Antonio Tardelli
Predomina la tentación de acomodarlo todo a la propia conveniencia. Se manipulan de modo deshonesto, en última instancia, las noticias que entrega la realidad. Es poderosa la inclinaciónpor considerar los resultados de la elección de modo tal de recortar en ellos la conclusión preconcebida. Debe desprenderse ella, la conclusión, de manera tan natural como una fruta cae del árbol, madura, para amoldarse a mi paladar.
Puedo pensar, si soy del Pro, que el resultado es la consecuencia inevitable de una administración virtuosa. Puedo pensar, si soy lilito o radical, que es sólo mi fuerza política, distinta del macrismo puro, la que le aporta perspectiva política a un partido esencialmente pragmático como el que lidera el empresario Presidente.Puedo pensar, si soy de izquierda, que inexorable, inminente, se aproxima la revolución. Puedo pensar, si soy kirchnerista, que la sociedad se derechizó y descaradamente respalda a gobiernos represores. Todos pueden decir cosas de ese tenor, y de manera arbitraria, al cabo de una elección como la del domingo.
Cada una de esas sentencias puede ser verdad, media verdad, poquita verdad.O puede ser una mentira redonda. El problema es pretender, como si no pudiera haber resuello para iniciar una discusión honesta, que también en el terreno de la interpretación importe menos la reflexión ecuánime que la necesidad de imponer mi punto de vista. La discusión no es concebida como un espacio productivo, luminoso, fértil, sino apenas como un campo más donde, también allí, todo lo que importa es ganar.