El despertar de los “dudantes”

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¡Teléfono en la Redacción!

—¿Cómo anda?
—Bien, bah, más o menos. ¿Cómo se puede andar bien con todo lo que pasa, no?
—Y… hay que encontrar motivos. No puede ser que uno se deje arrastrar por el estado de ánimo del entorno. Siempre hay razones para seguir adelante. Aunque las cosas parezcan ir mal, cada uno de nosotros puede lograr que todo sea distinto.
—Ufff. ¿Hizo un curso de autoayuda, usté?
—No, ¿por qué lo dice?
—Parece un párrafo de “Pare de sufrir”.
—Ah no, eh, que yo a usté no lo insulté.
—No, si no era mi intención insultarlo… Disculpe. Justo cuando usté llamó estaba anotando algunas cosas para una nota, por ahí es que ando un poco obsesionado con un tema vinculado...
—¿Vinculado? ¿Qué sería? ¿Una nota sobre autoayuda?
—No exactamente.
—¿Entonces?
—Más bien sobre la creciente reacción de los “dudantes”.
—¿De quiénes?
—Los “dudantes”, los no creyentes, que de a poquito empezamos a reaccionar en una sociedad bastante hostil a esa actitud.
—No sé de qué habla ¿puede explicarme?
—Con gusto. Aunque no sé por dónde empezar.
—Podría hacerlo por esa expresión: “dudantes”.
—Ah, eso surge de una frase de Atahualpa.
—¿Yupanqui?
—Sí, claro. Él contaba que cuando le preguntaban a su padre si era creyente, él respondía: “Más bien soy dudante”.
—Ah, me parece que conocía esa anécdota. ¿Y por dónde va?
—Creo que empezamos a ver una interesante reacción positiva, una especie de despertar, de parte de las personas que no adhieren a ningún dogma religioso. Lo digo procurando ser respetuoso. Pero si usté se fija bien, verá que desde hace algunos años están ocurriendo fenómenos preocupantes que están a la vista de todas las personas que deseen mirar.
—¿Por ejemplo?
—Lo más reciente, las declaraciones cavernarias del Papa Bergoglio, que después de haber dicho hace un par de años "¿Quién soy yo para criticar a una persona por ser gay?...”.
—Ah sí, me acuerdo. Fue impactante. Y les hizo cerrar la boca a muchos de su propia grey…
—Sí, parecía un cambio interesante en alguien que pocos años antes de ser Papa, como cardenal porteño, había dicho que el matrimonio igualitario era “un plan del Diablo”.
—Y ahora vuelve atrás.
—Sip. Recomendar la psiquiatría para abordar la homosexualidad –que es parte constitutiva de la sexualidad humana desde siempre– es volver atrás de una manera penosa.
—Claro. Es patético imaginar a padres yendo al psiquiatra porque su niño o niña manifiesta tempranamente atracción por su mismo sexo. Imagínese el sufrimiento al que condena a todas esas personas…
—Y ni siquiera aclara o pide disculpas. Es penosa la actitud.
—Leí que en el Vaticano se limitaron a sacar del texto oficial la palabra "psiquiatría". "Para no alterar el pensamiento del papa", según dijo un portavoz.
—Ajá. Pero eso es sólo un indicador. Hay mucho más.
—¿A ver?
—Vaya anotando: el impresionante avance de las corporaciones evangelistas en Sudamérica, cosa que se verifica viendo cómo han ido transformándose en factor de poder en Brasil, por ejemplo, donde contribuyeron al triunfo de Lula y de Dilma, y luego…
—Y luego contribuyeron a destituirla.
—Exacto. Pero además metiendo bodrios basados en historias sobrenaturales en la televisión abierta, en horarios centrales con los que moldean mentes supersticiosas.
—¿Usté se refiere al “Pare de Sufrir”?
—Sí. Con eso empezaron hace años, a medianoche, en una estafa pública a la vista de todo el mundo, donde anuncian curaciones milagrosas o venden productos sanadores…
—¿Es para tanto?
—Ni hablar. Le paso una lista breve de los fetiches o amuletos que promocionan en sus programas para lograr “la cura”, “la liberación” o “la prosperidad”: el “jabón de la descarga”, “agua bendita”, “la rosa milagrosa”, “la llave de la victoria”, “la sal bendecida por el Espíritu Santo”, “el agua del río Jordán”, “piedras de la tumba de Jesús”, “pan bendecido”, “aceite milagroso de Israel”, “arena de la playa del mar de Galilea”, “aceite del monte de los olivos”, “vara de Jacob”, “maderitas de la cruz de Jesús”…
—Todo un merchandising mágico.
—Sí. Una estafa, en horarios centrales y para manotear a toda clase de incautos. Y ya tienen templos en cualquier ciudad mediana de América Latina. Esa secta es una enorme empresa multinacional, en disputa con otra secta, otra empresa multinacional mucho más vieja y experimentada, que los mira con recelo y que, incluso, los denuncia en sus sitios digitales.
—¿Se refiere a…?
—La Iglesia Católica, claro.
—No, como dijo “secta”.
—Ja. Sí, lo hago de gusto. A la Iglesia le gusta llamar “sectas” a todas las otras. Pero bien mirado, “sectas” son todas. Al menos en la acepción que yo uso.
—¿Que sería?
— “Comunidad cerrada, que promueve o aparenta promover fines de carácter espiritual, en la que los maestros ejercen un poder absoluto sobre los adeptos”.
—¿La sacó del diccionario?
—Por supuesto.
—Bueno, esta secta, los “Pare de Sufrir” hasta hacen series para la tele…
—A eso iba. Y la Iglesia está perdiendo parte de su incidencia a manos de esta competencia, que el Vaticano considera desleal, porque usan sus mismos símbolos y patrañas. Producen películas y telenovelas como "Moisés y los diez mandamientos" o "Los milagros de Jesús", también en horarios centrales. Pero hay más.
—Siga.
—Como proliferan otras iglesias que compiten entre sí por sumar seguidores, o en algún caso por conservarlos, empiezan a ocupar los espacios públicos, no solamente los medios: plaza que usté mire, está invadida por algún símbolo de adoración.
—Es cierto, también eso se ve. Y si todas se siguen empeñando en hacerlo, pronto tendremos un tótem en cada vereda.
—Pero claro. En mi ciudad hasta hay un absurdo monumento a un libro "sagrado" en cuyo nombre se ha asesinado, se ha conquistado a sangre y fuego continentes enteros y se ha hecho sufrir a millones de personas en todo el planeta.
—Se refiere a la Biblia, ¿no? Bueno, también hay muchas personas que han hecho mucho bien en nombre de ese libro.
—Puede ser, no lo niego. ¿Pero eso habilita a ocupar los espacios de todos? ¿En una provincia que constitucionalmente impide proteger culto alguno?
—¿Cómo es eso?
—La Constitución Provincial, en su artículo 9, establece: "El Estado no podrá dictar leyes ni otras medidas que restrinjan o protejan culto alguno".
—No recordaba eso.
—No se habla mucho de ese artículo en nuestra provincia. Todo el mundo se hace el distraído ante ese notable mandato, que separa al Estado entrerriano de cualquier culto, que es un emblema de laicismo y activa neutralidad religiosa de Entre Ríos, que se enmarca en la mejor tradición: la de Artigas, la de Ramírez, la de Urquiza y el Colegio del Uruguay, la de Larroque, Peyret y los librepensadores que educaron a varias generaciones de entrerrianos. No sé si hay otra constitución provincial en el país que tenga semejante contundente separación entre lo público y lo religioso.
—Sip. Ahora, ¡ojo! También dice: “no podrá restringir”. O sea que si todas las sectas religiosas salen a poner sus ídolos en las plazas, usté no puede “restringirles” esa posibilidad.
—No, hombre. El texto completo dice: “El Estado no podrá dictar leyes ni otras medidas que restrinjan o protejan culto alguno. Es inviolable en el territorio de la Provincia el derecho que todo hombre tiene para profesar su culto libre y públicamente, según los dictados de su conciencia, sin más limitaciones que las impuestas por la moral, las buenas costumbres y el orden público”.
—Ahhh. Esas serían las limitaciones: que no pueda imponer su culto en el espacio que es de todos.
—Claro.
—Bueno, pero volvamos. Usté dijo que había anotado varias cosas.
—Sí. Otro indicio preocupante es el avance de las seudociencias en todos los rubros, incluso la conversión de ciertos estudios científicos en pastiches de autoayuda, como está sucediendo con las "neurotonterías" o la física cuántica, cosa que se evidencia también en el crecimiento de los sectores “antivacunas” y expresiones como ésas…
—Hmmm. Me parece que eso es un fenómeno de otro tipo. Es como una muestra de la desconfianza en la ciencia oficial, como resultado de tanto desastre hecho por la ciencia y la tecnología…
—Por el uso político y empresarial de la ciencia y la tecnología, mejor dicho.
—Sí.
—Puede ser. Yo lo veo más bien como una muestra de los riesgos derivados de que tenemos una pésima formación científica, una falta de pensamiento crítico que lleva a que incluso personas con títulos académicos vinculados a disciplinas muy rigurosas, son proclives a anteponer sus creencias dogmáticas por sobre los hechos comprobados.
—Por ejemplo, Abel Albino diciendo pavadas sobre los virus y la porcelana.
—Por ejemplo, sí.
—Entiendo. A mí en particular me parece que esa capacidad de penetración que tienen las iglesias, los ritos supersticiosos o esos chantas con pátina “científica” se debe a que brindan explicaciones fáciles para personas que, por su propia y escasa formación, necesitan “entender” lo que pasa, aunque esa explicación sea falsa, simplificada o incomprobable.
—Sí, estoy de acuerdo. El gran Marcelino Cereijido dice con toda razón que somos analfabetos científicos. No se nos enseña a pensar críticamente, a exigir razones de lo que se afirma, a investigar por nuestra cuenta y a someter a análisis lo que se nos dice. Y por eso también resulta fácil imprimirles a esas personas análisis de muy baja complejidad, tipo "malo/bueno", "blanco/negro".
—Que además, tranquilizan.
—Claro. Ponen orden en un mundo caótico, desordenado.
—Ahí nos fuimos un poco hacia la política. ¿O me parece a mí?
—Y sí. Es que es parte del mismo problema. Otro asunto que me parece destacable es la omnipresencia del Papa, que será bastante progre en algunos aspectos, por ejemplo en el tema ambiental. Pero en cuanto a libertades individuales es un cavernícola, como lo muestra esa frase que se le escapó. Un filósofo y científico italiano que se llama Carlo Rovelli dice algo interesante al respecto: "El Papa tiene una posición muy elogiable respecto al cambio climático, con exhortaciones a la acción y no sólo a que la gente rece. Pero, por detrás, se mantiene firme en la posición tradicional de que la Iglesia (o sea, él) tiene la última palabra acerca de la verdad del mundo".
—Ah, por supuesto. ¿Qué esperaba ese Rovelli, que el mismísimo Papa reconozca que no hay ningún Dios en el Cielo al cual él representa, que Dios no le habla ni a él ni a sus obispos, que toda esa ficción que en verdad inventaron o institucionalizaron los emperadores romanos Constantino y Teodosio, es eso: una ficción para sostener a los poderosos y que subsiste desde hace dos milenios porque aprendió a adaptarse como ninguna otra institución en este mundo? Nah. Si hace algo así, es el fin de la empresa multinacional que preside.
—Bueno, usté lo dijo de una manera mucho mejor a la que podría haberlo dicho yo.
—Déjeme agregarle un punto más, que hace rato me llama la atención.
—Con gusto.
—La forma en que los medios de difusión, aun los más “políticamente correctos”, informan sobre las peregrinaciones o adoraciones de diversos tipos y las naturalizan como "soluciones" a los problemas de las personas sufrientes, que van allí a buscar la ayuda que el Estado no les asegura.
—Cierto. Y fíjese que ni siquiera hablamos de las cada vez más frecuentes denuncias de abusos. O de la formidable campaña que las distintas iglesias hicieron para incidir en que el aborto siga siendo clandestino.
—Ni falta que hace.
—Pero un párrafo merecería. Porque nunca hemos visto semejante esfuerzo de parte de las iglesias por cualquier otro fin.
—Cierto. Sólo lo hacen cuando se trata de oponerse a avances de este tipo. Lo hicieron en 1987 contra el divorcio, en 2010 contra el matrimonio igualitario, y ahora. Y toda una lista anterior, que tendría varios siglos, si es que queremos anotar todos los avances sociales a los cuales las distintas sectas religiosas se han opuesto históricamente.
—En fin, todo eso me lleva a pensar que los no creyentes, los que no adherimos a ninguna creencia sobrenatural, los que no creemos que haya un Dios que nos otorgó nada, pero mucho menos el derecho de imponerle por la fuerza nuestras convicciones al otro, debemos reaccionar, debemos hacernos visibles, reivindicar nuestra forma de ver las cosas, exigir que el Estado se desprenda de las supersticiones, reclamar que la escuela incorpore una mejor enseñanza critica, una alfabetización científica, que enseñe historia de las religiones para que ningún gurí o gurisa se crea que eso que le dicen en la casa es "La Verdad", en fin, que puedan aprender a ser más libres y tolerantes. Y que el espacio de todos esté libre de esos dogmas y supersticiones.
—Sería buenísimo. Porque si los “dudantes”, los no creyentes, no reaccionamos, dentro de poco tendremos a todos los medios colonizados por los evangélicos u otros grupos religiosos, a muchos más líderes sociales hablando en nombre de dioses y seres imaginarios, y quién sabe a qué fanáticos al frente del Estado. Fanáticos capaces de sumirnos en la oscuridad a la que con tanta facilidad las personas somos capaces de regresar en medio de la desesperanza o la desesperación.
—La buena noticia es que ese despertar ya comenzó. Por eso yo estaba anotando estos puntos para una nota. Quizás como consecuencia de registrar el enorme impacto de las iglesias en la discusión sobre el aborto, las personas comenzaron a organizarse y a exigir separación del Estado de cualquier culto religioso (que no es sólo una cuestión de dinero o de exenciones) y, sorprendentemente para algunos, comenzaron a hacer públicas estas miradas. Además, no somos pocos: los “dudantes” (entre ateos, agnósticos o simplemente prescindentes) somos casi el 15 por ciento de la población argentina, según encuestas de Gallup y de Latinobarómetro, de 2012 y 2014 respectivamente.
—¿Quince por ciento? Es mucho.
—Sí. Mucho más que los evangelistas, los testigos de Jehová, los musulmanes y los judíos, todos juntos. Pero no se nos ve. Por eso es tan importante visibilizarnos.
—Y hay un detalle interesante en el debate por la separación: ese reclamo rompe el “frente unificado” de las sectas religiosas. Porque muchas de las otras religiones están de acuerdo con separar a la Iglesia Católica del Estado.
—Claro. Y muchos católicos, los más lúcidos, los más democráticos, los más consecuentes también. Los que recuerdan aquello de “Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.
—Me parece que esa frase es polisémica, ¿no?
—Y polémica. ¿La seguimos en la próxima?

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