Soldaditos descartables

Edición: 
1116
El narco asienta sus bases en los territorios vulnerables

La problemática de los niños y adolescentes utilizados por el narcotráfico se observa cada vez más en barrios de las principales ciudades de la provincia. Los usan en el territorio para vigilar y alertar, o para fraccionar, vender, llevar y traer drogas. En las causas por narcomenudeo donde arrestaron a menores, se aplican salidas alternativas ya que la Fiscalía los considera como víctimas del contexto y de los adultos que manejan el negocio. En medio de la crisis, sin escuelas ni espacios de contención abiertos por la pandemia, los tientan con plata fácil y rápida a cambio de tareas riesgosas. El Estado se corrió por el aislamiento, pero los chicos no dejaron las calles, donde son presa fácil de los delincuentes.

 

J.M.A.

 

Hablar de menores de edad alcanzados por el sistema penal es, desde el vamos, hablar de una previa vulneración sistemática de derechos. Se puede observar en muchos tipos de delitos, pero en el narcotráfico es donde más se transparenta su situación de víctimas, no sólo de un contexto y una historia, sino también de adultos que lucran con su mano de obra barata y desechable. En cada barrio de ciudades como Paraná, Concordia y Gualeguaychú donde hay un grupo dedicado a la venta de drogas con cierto desarrollo, aparecen niños, niñas o adolescentes al alrededor, que cumplen algún rol al servicio del negocio delictivo de los mayores. Inicialmente como clientes, y luego cumpliendo tareas que les generan dinero fácil y rápido, sin poder medir las consecuencias que podrían tener como carne de cañón de sus jefes. El contexto de la pandemia (como se desarrolló en la anterior edición de ANÁLISIS) agravó el panorama ante el cierre de escuelas, clubes y actividades recreativas que podían sacar a los chicos un rato de la esquina, y quedaron a merced de los narcos.

 

Este panorama se observa tanto en las causas judiciales (federales y provinciales) como en la descripción que realizan vecinos de cada lugar que son testigos de la triste realidad de muchos adolescentes. Algunos ejemplos cercanos en el tiempo reflejan esta situación. El 9 de octubre, la Prefectura Naval Argentina allanó una vivienda en el barrio Lomas del Mirador II de Paraná. Encontraron a la persona que estaban buscando, Marcelo “Rulo” Escobar, un empleado municipal de 30 años, que nunca fue a trabajar gracias a la licencia gremial que le otorgó el ex intendente Sergio Varisco. Cuando entraron a la casa de calle Quirós y Longo, había dos menores, de 17 años. Ambos chicos quedaron detenidos, al otro día fueron liberados, pero quedaron implicados en la actividad delictiva, ya que cuando irrumpieron los prefectos estaba en plena tarea de armado de bolsitas de cocaína.

 

También se corroboró con lo sucedido en Puerto Viejo. Luego de mucho tiempo en que los vecinos venían denunciando el descontrol total por la venta de drogas y el notorio crecimiento patrimonial de los narcos, se hicieron múltiples allanamientos por parte de Toxicología, en una causa instruida por el fiscal Mariano Budasoff. Parte del operativo sorpresa fue en el playón donde está la canchita del barrio, lo cual corroboró lo señalado por ANÁLISIS del 15 de octubre: encontraron a un pibe con droga fraccionada en una riñonera, para atender en ese lugar y venderle a los clientes. Asimismo, en esa investigación que incluyó escuchas telefónicas, observaron que contaban con soldaditos como satélites en la zona que alertaban a los jefes de cada banda la posible presencia policial. Todo por unos pesos.

 

Un poco más atrás en el tiempo, se recuerda la condena que recibió Martin Burdino por vender droga en el barrio Concejo, para lo cual usaba a su hijo de 14 años y otros menores. En mayo de 2018, Toxicología detuvo en la plaza Alvear de Paraná a una adolescente de 17 años con cocaína fraccionada en una mochila, en plena actividad de narcomenudeo; y en el mismo año otro pibe de la misma edad fue arrestado en una situación muy parecida, en calle Hernandarias. También tuvo renombre la causa que desbarató la banda de Marquitos Cornejo, en inmediaciones de los barrios La Floresta y La Delfina: era un grupo numeroso que tenía a muchos chicos como satélite en las estrechas calles, que custodiaban la venta en varios domicilios, aunque con la particularidad que el mismo jefe de la banda tenía por entonces unos 20 años. En esa misma zona de calles Ituzaingó y Colombia, durante un allanamiento de Robos y Hurtos el año pasado, encontraron a un chico de 16 años cuidando más de medio kilo de cocaína en un búnker.

 

(La nota completa en la edición 1116 de la revista ANALISIS del jueves 12 de noviembre de 2020)

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