Los indicios más antiguos de presencia humana en Entre Ríos podrían estimarse en unos 11 mil años a partir de la identificación de puntas de flechas que en otros lugares en Sudamérica se han datado por esa fecha. Pero los hallazgos arqueológicos más usuales en la provincia provienen de sitios con ocupaciones de menos de 3.000 años. Y los restos de asentamientos indígenas más cercanos tienen aproximadamente 270 años, lo que hablaría de una supervivencia tardía y una extinción paulatina, dentro de un proceso aún no bien conocido. Estos datos que van saliendo a la luz, junto con grandes interrogantes, son objeto de estudio de un grupo de arqueólogos que lleva adelante una investigación de los antiguos pobladores en la provincia y sobre los márgenes de los ríos Paraná y Uruguay. En rigor, una gran parte de estos habitantes se asentaba en la zona fluvial y en las de islas del sur entrerriano. “El Delta era un ambiente privilegiado para vivir de la caza y de la pesca”, explicó a ANÁLISIS el investigador Daniel Loponte sobre un trabajo que abre las puertas a dimensiones de otros tiempos.
Silvio Méndez
Qué comían, cuándo dejaban de tomar leche materna, cuáles eran sus animales de compañía, cómo procuraban sus alimentos, cómo eran sus ritos funerarios y cómo vivían en el entorno natural son algunas de las indagaciones de un grupo de investigación de los pobladores originarios de la región. Gran parte de las excavaciones de estudio se encuentra en la zona de islas en el Delta inferior porque, justamente, el sur de la provincia era el sector más poblado por la riqueza que ofrecía para la vida. Sobre estos indígenas se desconoce realmente cómo se autodenominaban, ya que sus referencias llegan a través de diarios y registros españoles que a su vez se servían de intérpretes guaraníes. Y estos nativos sudamericanos, en efecto, ocuparon estas tierras entrerrianas cuando ya estaban habitadas por otros pueblos con los quienes mantenían conflictos. Es así que por ejemplo los Chaná, una de las tantas etnias que habitó lo que hoy es Entre Ríos, es una denominación guaraní para “salvaje”, con un contenido despectivo. Es por esto que de estos habitantes más antiguos de la provincia no hay certezas sobre cómo se nombraban, pero sí cada vez aparecen más elementos para saber cómo vivían, cuáles eran sus costumbres y forma de vida. Esto indicios surgen a partir de los restos que se van descubriendo en lo que eran sus asentamientos, en el Delta inferior, en el Paraná Medio, por La Paz, Villa Urquiza y Paraná, donde un grupo de antropólogos del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) trabaja en el Proyecto de investigación Arqueología del Paraná Medio e Inferior. Los estudios de laboratorio se efectúan en el Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano, en la ciudad de Buenos Aires, siendo una de las bases operativas el Museo de Ciencias Naturales y Antropológicas "Prof. Antonio Serrano" de Paraná, a donde luego se irán a exhibir las piezas.
En diálogo con ANÁLISIS, el doctor Daniel Loponte, investigador del CONICET y director de un equipo interdisciplinario que estudia el pasado de la provincia, dio detalles de algunos de los hallazgos más sorprendentes y algunas hipótesis que restan ser comprobadas.
El proyecto que lleva adelante plantea abordar el estudio de las poblaciones aborígenes de los últimos 10 mil años, en cuanto a su estilo de vida: Cómo vivían, qué comían, cómo enterraban a los muertos, cuál era su identidad genética, qué artefactos fabricaban, cómo se relacionaban con el entorno, qué ambiente había en esas épocas, cómo fue evolucionando el clima, cómo era la flora y la fauna de la región. Es un proyecto de largo plazo, señala, que comenzó en Entre Ríos en el 2005, con un trabajo más sistemático a partir del año 2011. “Para las edades más antiguas del poblamiento de Entre Ríos hay muy pocos restos, porque están sepultados muy profundamente. Generalmente se los encuentra porque hay una bajante que deja ver niveles más antiguos en las barrancas, por la erosión de los ríos, o por acción de obras de infraestructura que cavan profundamente y alcanzan estratos muy antiguos. El registro arqueológico que más frecuentemente se encuentra tiene menos de 3.000 años, los cuales son los más fáciles de ubicar porque en general están bastante más cerca de la superficie”, pero hay excepciones, aclara el investigador. En ocasiones los sitios más recientes tienen ocupaciones antiguas en sus niveles más profundos, y estos también otorgan una ventaja para ser identificados.
En cuanto a las zonas de investigación a campo, Loponte detalla que durante los próximos tres años se excavarán numerosos sitios arqueológicos de los casi 60 que ha ubicado con su equipo en la provincia. La mayor parte se encuentran en el Delta inferior, y otros en el área de Ibicuy, Isla Lechiguanas, Villa Paranacito, Ceibas, y algunos muy cerca de Gualeguaychú. Los sitios arqueológicos más tardíos se ubican en los puntos altos del terreno, y por eso son relativamente fáciles de identificar. Si bien prácticamente todas las elevaciones con restos de aborígenes se los conoce localmente como “cerritos de indios” en la mayoría de los casos son de origen natural. “Realmente hay muy pocos donde se ha podido demostrar inequívocamente que se han construido”. No se sabe muy bien cuál ha sido la razón para realizar estas construcciones elevadas. Para el investigador, lo más probable es que “estas elevaciones estratégicamente ubicadas solucionaban múltiples problemas derivados de las inundaciones más graves que se producen cada tantos años en el área". En las áreas del centro de Entre Ríos, donde se desarrollan los campos altos, encontrar sitios arqueológicos es más difícil debido a que están sepultados y no hay evidencias tan claras en la geomorfología del paisaje que los identifique.
(Más información en la nota de la edición gráfica número 1125 de la revista ANALISIS del jueves 14 de octubre de 2021)