María Laura Stratta nació en Victoria, el 22 de febrero de 1976. Desde el 10 de diciembre de 2019 se desempeña como vicegobernadora y, en consecuencia, presidenta del Senado de Entre Ríos. En esas elecciones se consagró como la primera mujer en ocupar ese cargo en la historia de la provincia. Proviene de un hogar donde la política, la res pública y la República era parte de la mesa familiar. Hija de Juan Carlos Stratta, heredó de su padre no solo la identidad política del peronismo, sino el de asumir los cargos públicos con decisión. Su padre fue intendente de Victoria (1987-1991), diputado provincial (1983-1987 / 1991-1995) y senador (1995-1999). Y de su madre, María Alcira Liprandi, docente de toda la vida, heredó la sensibilidad por el semejante, donde el prójimo no es una presencia que está lejos y distante, sino que es próximo.
Por Nahuel Maciel
Licenciada en Comunicación Social (egresada de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de Entre Ríos -UNER), Laura Stratta fue diputada provincial (2011-2015), ministra de Desarrollo Social (2015-2019) y actualmente es vicegobernadora. La constancia en su trayectoria política ha sido la de impulsar la economía social, adoptar el concepto de género y el ambiental como algo trasversal a toda política pública y como ella misma señala: construir puentes para evitar los extremos y superar los abismos que genera toda grieta.
En la entrevista con ANÁLISIS, resaltó que la crisis de civilización -como enseña el Papa Francisco en la “Encíclica Laudato, Sí”- requiere fortalecer la cultura del diálogo para vivir más plenamente la cultura del encuentro. En ese contexto destacó que es necesario jerarquizar el diálogo entre las generaciones; el diálogo entre la cultura y la naturaleza, entre el Estado y la sociedad. “Creo que debemos trabajar mucho para que la política sea creíble y no se produzcan esos desgastes o pérdida de autoridad (…) Y estoy convencida que hay que construir ese diálogo y esa autoridad con el ejemplo. No es solo lo que digo, sino también o esencialmente lo que hago. La importancia de ser coherentes y consecuentes”, sostendrá de manera permanente durante la entrevista.
-Podría compartir su formación ciudadana inicial, teniendo en cuenta que su padre ha tenido un protagonismo político importante y su madre ha sido docente, es decir, proviene de un hogar con padres con decidida vocación por el prójimo.
-Particularmente me marcó y me marca mucho el camino político que emprendió “mi viejo” mucho antes de 1983. Él llegó a Victoria junto con un grupo de amigos y lo hicieron con la intención de abrir un cine en la ciudad, pero también en Nogoyá y Gualeguay. En esas circunstancias conoció a mi madre, se enamoraron y se casaron. Mi madre proviene de una familia radical y tradicional de Victoria. Nací el 22 de febrero de 1976, es decir, casi un mes antes del golpe militar y viví la efervescencia del retorno a la democracia. En mi casa toda esa época se vivía muy intensamente y tengo muy grabada en mi memoria, pese a mi corta edad, todas esas sensaciones. Mis padres lo vivieron de manera muy intensa, porque mi mamá en ese momento formaba parte del gremio docente. Y en toda mi vida percibí cómo mi padre entregó su vida al servicio de los demás. Él era muy apasionado y siempre nos inculcó la solidaridad. Siempre digo que el Día del Niño en mi casa no era tener un regalo en mi casa, sino ir con el cine a las zonas rurales y compartir una película, un chocolate y una torta criolla. Mi vieja siempre lo acompañó muchísimo y también con un perfil social muy fuerte. Incluso hasta el día de hoy lo desarrolla formando parte de la Fundación Juan Carlos Stratta. Ella se acordaba del nombre de cada alumna y alumna; hizo toda su carrera docente en la misma escuela y la finalizó ejerciendo como rectora. Entre ambos me han marcado esto de la empatía, la búsqueda del bien común, el no mirarse el ombligo, el pensar que nadie realmente se desarrolla si no hay desarrollo colectivo. Recuerdo que nuestras vacaciones eran casi siempre en carpa, recorriendo la provincia, viviendo la naturaleza, cuidando el entorno y aprendiendo a admirar lo sencillo. Con mi hermano reconocemos que, con un buen libro, una película en el cine y en familia, disfrutábamos mucho. Mis padres, cada uno a su manera, nos inculcaron lo mismo: de ser comprometidos con las realidades y no conformarnos con lo que está dado; sino mediar por lo que uno quiere, uno sueña.
-Si hay un mal en términos de civilización que padecemos es la falta de diálogo, que además impide la cultura del encuentro. ¿Qué cree que sucedió en términos generacionales para la pérdida de la autoridad social?
-Plantea un interrogante difícil de responder en esta entrevista. Es un planteo que tiene muchas aristas y es muy complejo. Creo mucho en la política. Del mismo modo, creo que debemos trabajar mucho para que la política sea creíble y no se produzcan esos desgastes o pérdida de autoridad. Creo mucho en el diálogo y en la autoridad. Y estoy convencida que hay que construir ese diálogo y esa autoridad con el ejemplo. No es solo lo que digo, sino también o esencialmente lo que hago. La importancia de ser coherentes y consecuentes. Y en este aspecto –me parece- tenemos que concentrar la mirada no sólo en los roles instituciones y políticos, sino también como personas. Que lo que decimos sea luego lo que hacemos, caso contrario se desgasta el sentido de la autoridad y de la confianza. Creo que el diálogo puede fluir si hay confianza. La autoridad se ejerce mejor si hay confianza. Y lo que tenemos que recuperar es la confianza en torno a esta percepción de ser coherentes y consecuentes. Como hacían mis viejos: pregonar con el ejemplo. Creo que debemos encontrar la manera de poder dialogar generacional y sectorialmente. Y para ello es importante ser creíbles, confiables. La democracia es un sistema maravilloso, aunque no ha resuelto todas las cosas y eso tiene que ver con la capacidad de escucha y los caminos que se transitan.
-La falta de confianza no es solo una característica del mundo de la política de la actualidad, sino que también se refleja en los medios de comunicación. Antes, nuestros abuelos o padres podían decir no discutamos más, lo dice tal diario; y hoy nuestros hijos nos invitan a desconfiar si lo dice tal medio de comunicación.
-Comparto que la falta de confianza y la falta de diálogo es un mal de casi todos los sectores. Pero, bueno, lo hablo desde la política y me duele mucho. La democracia requiere que todos los sectores construyamos. De todos modos, hay una ciudadanía que interpela y hay que estar a la altura de esas circunstancias. Por eso la construcción de confianza es vital.
(La nota completa en la edición gráfica 1127 de la revista ANALISIS del jueves 16 de diciembre de 2021)
