Tres disparos en la oscuridad

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La extraña muerte del ex basquetbolista Enzo Benedetich

El caso del ex basquetbolista paranaense Enzo Benedetich es otro crimen por encargo. Tres disparos malograron su vida, en un buen momento de su vida. Queda claro que alguien contrató a un ejecutor para el asesinato, pero el escenario está plagado de dudas. Al parecer, el ex deportista conocía a su victimario, pero hasta el momento no surgen datos concretos que puedan determinar su identidad. ANALISIS trató de reconstruir las últimas horas de la víctima y cada uno de los detalles del hecho, que terminaron con una tragedia que conmocionó a la comunidad deportiva y a varios sectores sociales de la ciudad.

D. E.

Ese sábado había sido normal para los Benedetich. Llevaron a la pequeña a un cumpleaños, jugaron al tenis en una cancha de calle Don Bosco y hasta se dieron tiempo para acordar una cena a solas. Enzo Benedetich y Liliana Rivas hacía once años que vivían juntos –con idas y vueltas, como cualquier pareja- y decidieron casarse el 9 de agosto del 2008. Ambos venían de fracasos matrimoniales, con hijos y la llegada de la pequeña los llevó a formalizar la relación, aunque nunca fue aceptada por los familiares del basquetbolista.

Liliana es empleada de la Empresa de Energía de Entre Ríos (ENERSA) desde hace, aproximadamente, ocho años. Intentó estudiar ingeniería, pero finalmente se recibió de perito topocartógrafa. Empezó en el sector comercial de la firma energética y terminó recalando en la gerencia de ingeniería y planificación. Enzo deambuló por varios trabajos en los últimos años: fue empleado ferroviario, bancario, de seguros, viajante y hacía un tiempo estaba como vendedor de autos en una empresa con sede en Santa Fe y sucursal en Entre Ríos. No obstante, buena parte de su sueldo estaba embargado por la justicia, por cuestiones particulares. Enzo estaba mal económicamente; pedía dinero prestado a sus amigos y en algunas instancias acudía al juego para tratar de lograr algún ingreso. Tenía créditos tomados en el Banco Macro (donde estaba en situación 3, con seis meses de retraso, pero no para preocuparse demasiado), en Confina y Credil. Era un muchacho querible y querido por sus amigos, como siempre sucedió con sus hermanos, los recordados basquetbolistas Sergio y Mario Benedetich, figuras de Echagüe, Ciclista y algunos seleccionados entrerrianos, en la década del ’80.

Esa noche salieron en el auto Honda Fit –propiedad de la esposa- aproximadamente a las 22. Hasta las 21 habían estado en la casa del padre de Rivas, junto a una amiga, con quien compartieron una cerveza. En la casa de calle Loloya quedaron las hijas del primer matrimonio de Rivas. “Vas a manejar vos”, le dijo Enzo, aún con el pelo mojado y se ubicó en el asiento del acompañante.
-¿Dónde te parece que vayamos a comer? ¿Dónde siempre? –preguntó Enzo, en relación al comedor El Portal.
-No, dejame a mi. Esta vez vamos a ir al Costerito –le indicó, en relación al tradicional comedor ubicado en proximidades del Parque Industrial y camino a Crespo.

Al parecer, ahí Liliana se dio cuenta que no tenía dinero suficiente y optó por ir a un cajero. Cuando llegaron al edificio del Nuevo Bersa ubicado en Almafuerte y Zanni. La mujer estacionó el vehículo sobre calle Almafuerte, descendió y fue hasta el cajero. El policía que estaba allí de guardia recordó, cuando fue consultado, que la señora lo saludó e incluso le hizo un comentario que la sorprendió, con respecto a una caravana de vehículos, con unos novios recién casados. Retiró un total de 180 pesos.

Contradicciones y amenazas

En su primera declaración, Rivas dijo que cuando regresó e ingresó al Honda, se encontró con una tercera persona, con un revólver calibre 38 apuntándole a su marido, para iniciar minutos después un periplo por diferentes lugares de la ciudad. En su segundo testimonio no dijo lo mismo; hizo otro relato, según pudo determinar ANALISIS. Allí contó que apenas regresó del cajero automático subió al coche y marcharon rumbo al comedor. Fueron por calle Caputto, luego por Miguel David y cuando iban pasando por la zona de hornos de ladrillos -o sea, un lugar muy humilde, donde no existe casi iluminación y transita poca gente, más aún después de las 22, como en este caso- Enzo le advirtió sobre una persona vestida de jeans, buzo, gorra con visera y un bolso colgando en la espalda que iba caminando al costado de la calle. “Vamos a levantarlo a este muchacho, porque lo conozco y quizás tenga problemas en esta zona”, le habría señalado el ex basquetbolista de Universitario, Ciclista y Olimpia.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)

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