Facundo Müller es un director técnico de básquet que en nuestro país cuenta con una reputación importante. No por nada, dirigió los mejores equipos de la Liga Nacional. A pesar de ello, una propuesta algo singular le abrió las puertas a un desafío muy grande, en todo sentido: hacerse cargo del Veltex Shizuoka, equipo que milita en la Liga B3 de Japón. “Llegué en noviembre del año pasado a Japón. Llevo cuatro meses y está resultando una gran experiencia de vida y también laboral. Es una Liga que no conocía y con un idioma difícil para poder comunicarse. Mi equipo juega en la tercera división de Japón”, le dijo el coach a ANÁLISIS.

—¿Cómo surgió esta posibilidad y porqué aceptaste este desafío?
—Surgió porque vine a Tokio en julio del 2017 a entrenar a la Selección de Japón por un mes. Julio Lamas, que había sido designado para conducir el seleccionado, no pudo llegar a tiempo y me ofreció reemplazarlo hasta que él llegara. Ese trabajo de un mes me generó conocer un poco el básquet de Japón. Ahora acepté venir porque estaba sin equipo en Argentina y me pareció que era una buena oportunidad para trabajar en el exterior.

—Llevás meses en Shizuoka. ¿Qué particularidades tiene el básquet de Japón, su Liga y su estructura?
—La B League, así se llama la Liga, tiene cinco años de competencia. Es una liga nueva y tiene tres categorías. Ellos miran más para Estados Unidos. Un partido de básquet en Japón es parecido a un partido en Estados Unidos. Es un entretenimiento. La gente va a los partidos, saluda y aplaude a los jugadores de ambos equipos. Hay un desarrollo del marketing muy importante. Al menos eso pasa con mi equipo en Shizuoka. Mi equipo tiene un staff técnico que incluye mucha gente y la estructura tiene otro staff que se ocupa del desarrollo del producto, ya sea marketing, finanzas, etc.

—Veltex Shizuoka es el equipo que dirigís. ¿Cómo es el vínculo y la comunicación con los jugadores?
—Es un equipo nuevo. Esta es la segunda temporada en la B League. Estamos en la tercera división y el objetivo planteado es llegar a Primera División. Tienen proyectado construir un estadio para 8 mil personas. Con los jugadores me comunico en español/japonés con un traductor y en inglés/japonés con otro traductor. Comunicarse, hacerse entender, escuchar a los jugadores es el tema más importante. Presto mucha atención a eso para poder entendernos.

—Y más allá de lo deportivo, ¿cómo es tu vida en Japón, un país con una cultura netamente diferente a la nuestra?
—Me estoy adaptando. No es fácil, pero la voy llevando bien. Me ayuda el haber venido con Tomás Lamas, que es mi asistente. Juntos preparamos el trabajo. Afuera de la cancha estoy conociendo la ciudad. Me vine sin mi familia y la realidad es que con el paso del tiempo se está siendo duro. Ellos iban a venir, pero Japón cerró las fronteras por el COVID y no pudieron.

—Estás experimentando una etapa nueva en tu faz como entrenador. ¿Tu idea es seguir la carrera en el exterior o te propusiste volver a Argentina.
—Nunca se sabe. Ahora estoy en Japón y el tiempo dirá. Es difícil proyectar en esta profesión, porque tienen que estar las oportunidades. Hay muchos entrenadores argentinos en otros países porque el básquet en nuestro país tiene buena reputación en todo el mundo. Y son trabajadores y están muy bien preparados.

—¿Te imaginabas dirigir en Japón?
—Como dije antes, estuve acá en el 2017. Conocí en ese tiempo un poco a los jugadores de la selección de Japón. Después, me fui a Instituto de Córdoba y luego estuve en San Lorenzo. También estuve sin equipo, apareció esta propuesta y la tomé. La Liga de básquet de Japón tiene futuro, está en camino ascendente. El tiempo dirá hasta cuando estaré acá.