Informe de Silvia Grinberg y Julieta Armella.
Jeni amanece antes de que el día aclare. Junta sus útiles del colegio y se va a la verdulería en la que trabaja desde que empezó la pandemia. Apoya el celular en la caja registradora y abre el Zoom. Entre una venta y otra participa de una clase de filosofía.
La educación se ha vuelto, una vez más, eje de debate, objeto de pelea y de reclamos infinitos. En las últimas semanas, en los medios y en las redes se habló de tasas de abandono y repitencia, de falta de conectividad, de la extrema precariedad de los edificios escolares. Periodistas y usuarios hablan de lo aprendido y por aprender. Del año en que vivimos aisladxs, de las pérdidas, de las que habría que evitar. De la centralidad de la escuela para lxs más jóvenes y sus familias.
Educación, desigualdad y su persistente cadencia. Jeni vive en uno de los tantos barrios comúnmente denominados asentamientos o villas del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), donde la pobreza, la falta de urbanización y la consecuente degradación del ambiente se intersectan. En 2020 Jeni vio cómo su vida quedaba en medio de las tensiones que generaba el aislamiento preventivo, que a la vez que necesario y urgente arrojaba a su familia -como a tantas otras de Suárez- a perder sus fuentes de ingresos. Jeni consiguió trabajo en una verdulería que se volvió también el marco de sus clases, publicó Anfibia.
En 2021 Jeni vive su escolaridad como un deja vú de viejas y nuevas desigualdades: unas más cercanas, que emergieron al inicio de la pandemia, y otras de más largo aliento, que desde hace años definen su vida, tantas vidas en tantos barrios.
Repasemos algunos números. El crecimiento de la matrícula en la escuela secundaria ha sido constante desde las últimas décadas del siglo pasado y contundente en las primeras del nuevo siglo. La primaria está prácticamente universalizada. Pero este aumento tiene un lado B: los altos niveles de fluctuación de la matrícula. Esto es, estudiantes que sin dejar la escuela pasan períodos sin ir. Una matrícula que fluctúa, que se vuelve intermitente.
Esa fluctuación puede convertirse en abandono, aunque no siempre ocurre. El abandono refiere a quienes dejan el sistema educativo por uno o más años, pero con la posibilidad de regresar luego como repetidor o reinscripto. De hecho, mientras que la investigación en la cotidianidad de las escuelas nos muestra de manera constante esa intermitencia, las estadísticas educativas son también elocuentes: las tasas de abandono en escuelas secundarias, entre 2007 y 2019, tienen índices que alcanzan picos del 60 por ciento de abandono interanual. La fluctuación refiere a los períodos de inasistencia pero también a la insistencia en la escuela.