
J.A.
De ANÁLISIS
A Brian Lencina le decían “Pachi” y tenía 24 años. A las 22.20 del 24 de enero pasado lo mataron de un disparo en la esquina de calles Vicente del Castillo y Tres de Febrero de Paraná. Menos de un mes después del homicidio, Fernando Villarroel, “el Negro Fer”, de 27, acordó una condena. Los testigos reunidos en la investigación lo señalaron, aunque tampoco parecía con intenciones de resultar impune. En el juicio abreviado de este miércoles reconoció ser el autor del crimen porque ya lo “venían agrediendo” y aceptó cumplir nueve años de prisión.
En el barrio Consejo hay tres bandas de narcotráfico bien definidas desde hace muchos años: los Latorre, los Morales y los Aguilar (que se enemistaron y son dos). Se trata de la zona más caliente de Paraná por las balaceras y enfrentamientos, cada banda recluta chicos para andar armados y lucran con la venta de drogas las 24 horas. La clientela crece sin parar y les llenan los bolsillos. Así se vive en este sector de Paraná hace más de dos décadas. Desde el caso de la niña de 6 años asesinada al quedar en medio de un tiroteo, en 2003, en la misma esquina donde mataron a Lencina el mes pasado, hasta hoy, se pierde la cuenta de los muertos.
Y en este contexto sucedió el asesinato de Lencina. La investigación a cargo del fiscal (en breve juez de Garantías) Mariano Budasoff y el personal de la División Homicidios, reunió testimonios con algo en común: el miedo. Mientras estaban el fiscal y policías de diferentes áreas trabajando en la escena del crimen aquella noche, a una cuadra y media sonaban tiros intimidatorios. Por eso, en la presentación de las pruebas que incriminan a Villarroel en la audiencia no se conocieron sus nombres, sino por letras (testigo A, B, C, D, etc.).
Los testigos más importantes eran dos amigos que estaban sentados en la vereda sobre calle Vicente del Castillo, a media cuadra de Tres de Febrero. Por ahí pasó el Negro Fer en bicicleta, paró a saludar, le preguntaron por el comentario que corría en el barrio, que le habían pegado, les dijo que sí, se levantó la remera y mostró un revólver: “Cuando lo vea se la pongo en el pecho”. Pedaleó hasta la esquina y dobló. Unos segundos después, los testigos escucharon un disparo. En seguida se asomó por la ochava Pachi Lencina, trastabilló y cayó al suelo.
Hay otro testigo que describen situaciones similares, como uno que estaba a la vuelta y describió una situación similar: que lo vio pasar a Pachi, luego oyó el disparo y después lo vio al Negro Fer salir en la bicicleta.
Un amigo del fallecido declaró que Pachi iba a comprar a la pescadería de calle Tres de Febrero que los Morales utilizan como pantalla para el narcomenudeo. Esa noche había ido varias veces, hasta que la última escuchó un disparo, salió y lo encontró a su amigo en el suelo, le hablaba y ya no respondía. Este testigo dijo que Pachi un tiempo trabajó vendiendo para los Morales, actualmente ya no, pero los frecuentaba para comprar, mantenían buena relación; dijo que el Negro Fer trabaja para los Latorre, la banda contraria, por lo que suponía que los problemas tenían que ver con esta disputa.
Lo cierto es que a Villarroel lo tenían a maltraer desde hacía tiempo los solados de los Morales. Específicamente nombraron a Jordan Quiroga, quien días antes le había disparado y la tarde anterior, junto a Pachi Lencina y dos más, le dieron una paliza en la calle.
Unas horas después del hecho, Villarroel era detenido en la calle. Luego, videos de cámaras de seguridad consolidaban la hipótesis sustentada en los testimonios. El joven quedó con prisión preventiva en la Unidad Penal N° 1 de Paraná.
A 27 días del homicidio, el fiscal Budasoff y los defensores Ramón Horacio Barreto y Jorge Martínez presentaron ante la vocal del Tribunal de Juicio y Apelaciones de Paraná, Carolina Castagno, el acuerdo de juicio abreviado. La jueza le explicó a Villarroel en qué consistía el procedimiento y luego le preguntó si estaba de acuerdo con lo que había relatado el fiscal.
El imputado dijo: “Si me permite la palabra, delante de mi madre le voy a decir: primero, que yo no soy de ninguna banda. Eso se lo quiero dejar en claro, porque no me interesa ser de ninguna banda. Eso, por una parte. Por la otra, sí, yo reconozco que yo fui quien efectuó el disparo a esa persona, por motivo de que ya me venían agrediendo, ya me habían efectuado disparos. Le repito, delante de mi madre, le quiero dejar bien en claro que no pertenezco a ninguna banda, ni del contrario ni de donde me ponen”.
Luego, en diálogo con ANÁLISIS, Villarroel amplió: que nunca integró ni tuvo problemas con ninguna banda. “Iba, compraba mis sustancias, me iba a mi casa, con mi celular, mi música, no me metía con nadie”. Los problemas con Quiroga comenzaron hace un tiempo: le pegaban, lo balearon en un brazo y una pierna y poco antes volvieron a golpearlo en banda en la calle. “Me iban a matar. Era mi vida o la de ellos. Por eso conseguí el arma”.
Por último, aclaró algo que cree importante por lo que se dice en el barrio: “Yo no lo maté por la espalda. Justo se dio vuelta cuando le disparé”. El informe de la autopsia refleja un recorrido sinuoso del proyectil dentro del cuerpo de Lencina, que podría avalarlo.