Por José María Varangot*

Es muy curioso ver cómo, a pesar del paso de los años, los remates presenciales de ganado vacuno en el interior de nuestro país no han cambiado en nada. Si bien la operatoria para que sea un remate debe ser la misma siempre, el variopinto de personajes que concurren es digno de ser comentado.

En principio y para sentar una base, explico que en el remate, los productores ganaderos, llevan su hacienda de diversa categoría, peso y estado para ser vendidos en subasta pública y los interesados, como frigoríficos, engordadores a campo o a través de Feedlot, carniceros, criadores, etc. luego de ver a los animales en los pequeños corrales en que son colocados, realizan su apuesta de compra del ganado que es de su interés.

En mi caso particular y luego de 40 años de productor ganadero activo, en el Norte de la provincia de Entre Ríos, considero que se trata de la operación con mayor transparencia del mercado ganadero, pues se hace a la vista de todos, y el precio logrado es el que indica el Mercado en ese momento, sin lugar a dudas. 

El pasado 21 de agosto concurrí, como siempre hago cuando vendo terneros, al remate en la localidad de Bovril, en el Centro del depto. La Paz y estuve aproximadamente 10 horas en el “local de Remate”, pues hubo una importante cantidad de hacienda, además de toros de Cabaña y aproveché para observar y tratar de fijar las mil características tan peculiares y distintas de la concurrencia.

Para algunos gauchos, hombres de campo, el remate es una verdadera fiesta y se nota por su ánimo, conversación y más evidente aún por su manera de vestir: botas de caña larga relucientes, pañuelos de seda al cuello, bombachas de campo con tablillas y además de muy lindos sweaters de lana cruda, he visto el viejo y tradicional conjunto criollo de saco azul y bombacha clara, todo ello adornado con amplio sombrero alado de paño o boina con medallita de la Virgen abrochada y un poncho para el frio y viento. ¡Un verdadero desfile de prendas criollas!

Hay otro tipo de concurrente en los que se nota que su presencia y participación es sólo parte de su trabajo. Generalmente son los “compradores para frigoríficos”, paradójicamente ellos, que son los mayores apostadores, son los vestidos más “citadinos”.

Luego, estamos los productores en general, que si bien mantenemos en nuestra vestimenta la forma tradicional del Campo, como pañuelo al cuello, bota corta y bombacha o pantalón, pero de características más sobrias.

Otra cuestión que me parece digna de destacar es que los remates siguen siendo una fortaleza exclusiva de hombres. El empoderamiento de las mujeres no ha podido con este fenómeno tan Argentino y tradicional. Le debe quedar poco tiempo…

El remate de hacienda también muestra la destreza del hombre de Campo sobre su “montado”. Es impresionante ver a los gauchos tantas horas seguidas, sin descanso para él ni para su caballo, correr con las vacas, toros y terneros y llevarlos, traerlos, acomodarlos, mostrarlos y moverlos en la Pista de venta con absoluta destreza por parte de ambos, hombre y caballo. Resulta conmovedor ver a estos gauchos en las pistas o al “galope tendido” en  callejones angostos, corriendo la hacienda. Su trabajo lo hacen con un enorme orgullo y se nota.

Luego, al final se desensilla y lo primero que hacen, incluso antes de refrescarse ellos mismos, es “darle de beber y bañar su montado”.

Otro tema son los rematadores, en el remate referido se sucedieron tres, quienes con micrófonos y altoparlantes hicieron la subasta, explicando las características de pelo, peso y estado de cada lote para venta, introduciendo frases ingeniosas, todo amenizado con muy justos y oportunos dichos criollos. Tarea muy difícil debe ser lograr la atención del Público asistente por tanto tiempo, a la intemperie, con frío muchas veces y lograr una actitud de colaboración hacia el remate.

Por último me referiré a esa sensación íntima de plenitud y satisfacción que siente “el productor que consigna la hacienda”, cuando el ganado que lleva para la venta, es observado en los corrales y, por supuesto, cuando luego de una encarnizada puja entre interesados, se vende al mejor postor. Seguramente es un merecido reconocimiento a la labor realizada de crianza, engorde y presentación, en suma,  se trata de completar todo el trabajo efectuado. 

Estoy convencido que la visita, aunque sea por un rato, a uno de los remates de nuestro interior, es una ocasión única para que, personas de ciudad, no familiarizadas con la actividad de campo, conozcan en forma directa y totalmente espontánea, una parte de la forma de vida tan particular elegida por los trabajadores y productores rurales.
 

 (*El firmante de la presente Colaboración es Abogado, Productor Agropecuario y Dirigente Rural  de la FAA, en el Depto. La Paz, Prov. de ER.)