Por José Carlos Elinson (*)
Tal vez muchos no me crean, pero doy fe que es cierto: perdimos un ángel. Era el ángel de la calle y las esquinas, pero abandonó la calle, dejó las esquinas y se llamó a silencio. Voló hacia un cielo donde moran los que no pueden más que ser poetas, los que encuentran en la vida las respuestas, los que tienden la mano generosa como para achicar de una vez los desencuentros.
Durante décadas disimuló su condición de ángel vistiendo el overol de periodista. No era sabio por ángel ni por viejo si no por abrevar entre las sombras el brillo eterno de lo inexplicable.
Fue guardián de la savia dadivosa que nos nutre de verde esa esperanza que atesoró para ponerla a salvo porque siempre hace falta que esté cerca..
¿Cómo serán ahora las veredas? ¿Qué forma intelectual tendrá la esquina? Cuántos sabrán que un ángel ahora ausente las hizo suyas en cada mediodía?
Tal vez cueste creerlo pero es cierto: hubo un ángel viviendo entre nosotros.
(*) Especial para ANALISIS.