Una motosierra para cortar lazos políticos

Por Carlos Pagni (*)

La motosierra de Javier Milei era, en un principio, una herramienta destinada a reducir el tamaño del Estado mediante un recorte drástico del gasto público. Con el paso del tiempo, y en especial en los últimos días, se demostró que ese dispositivo se utilizaría con otro objetivo: cortar el vínculo del Gobierno o, en particular, del Presidente, con personalidades o sectores relevantes de la vida pública. Milei se convirtió él mismo en motosierra. Y hace pasar por la agresividad de ese aparato a las relaciones con el Papa, con Chile, con su vicepresidenta, con los importadores de artículos extranjeros o con los productores de bienes locales. En ese paisaje de severa intransigencia se instala una duda: ¿También será inflexible con el kirchnerismo? ¿O habrá una transacción para cubrir las vacantes más importantes del sistema judicial?

Desde que el Presidente prohibió al canciller Gerardo Werthein asistir a Roma para la conmemoración de los 40 años del acuerdo de límites con Chile, las relaciones con el Vaticano quedaron muy deterioradas. Si alguien imaginaba que Jorge Bergoglio visitaría la Argentina el año próximo, deberá revisar esa presunción. Son conjeturas. Hasta ahora en la agenda de la Secretaría de Estado no figuraría ese viaje.

En un plano muy superficial, la ausencia de Werthein fue presentada como la reacción de la Casa Rosada al entredicho que Milei tuvo con su colega chileno, Gabriel Boric, durante la cumbre carioca del G20. En una de las sesiones, Boric rechazó las posiciones contrarias a los pronunciamientos a favor de la igualdad de género y de la lucha contra el cambio climático. No nombró a Milei, pero estaba hablando de Milei. No es para asombrarse: hasta desde la Fundación Pensar, que lidera Mauricio Macri, el encargado de relaciones internacionales Fulvio Pompeo encabezó una declaración en términos similares a los de Boric.

Werthein, que ya se había comprometido a participar de las ceremonias presididas por el Papa en compañía del ministro chileno Alberto van Klaveren, recibió en Río de Janeiro la orden de no viajar. Tampoco lo haría su vice, Eduardo Bustamante. Como se vio el lunes pasado, la representación del país quedó a cargo de Luis Beltramino, el embajador ante la Santa Sede. Desde el kirchnerismo aprovecharon la encrucijada. Eduardo Valdés, exembajador ante el Papado, declaró: “Pedimos disculpas a Francisco y al pueblo chileno por el desplante de Milei y Werthein”.

Es bastante obvio que la decisión de reducir al máximo la participación en la ceremonia no estaba dirigida a desairar al gobierno chileno sino a Francisco, que era el anfitrión. Él lo hizo notar, con sutileza, cuando recordó que a la conmemoración del 25º aniversario había asistido la entonces presidenta, Cristina Kirchner, con su par Michelle Bachelet. Las diferencias con Roma se agigantaron cuando, en septiembre pasado, el Papa criticó al oficialismo por el uso de gas pimienta en la represión de una marcha en la plaza del Congreso. A pesar de esa declaración, a mediados de octubre el secretario de Culto visitó el Vaticano y se entrevistó con el Pontífice. Es Nahuel Sotelo, uno de los seguidores más ortodoxos de Milei. En los mismos salones fue recibida unos días más tarde la vicepresidenta Victoria Villarruel. Aunque ese encuentro tal vez no deba ser tomado como un gesto amigable hacia el Presidente. Más bien todo lo contrario.

Es posible que las divergencias de Milei con Bergoglio no se limiten a la peripecia doméstica. Como el Presidente se considera un líder global, pone un celo especial en la defensa de sus posiciones internacionales. La más nítida es su adhesión incondicional a las políticas de Israel. Desde que el Papa se preguntó si las acciones militares de ese país en la Franja de Gaza no constituirán un genocidio, es probable que la antipatía de Milei hacia su persona se haya incrementado. Con Benjamín Netanyahu aparecen, además, afinidades que exceden el campo geopolítico. El primer ministro israelí también se declara víctima de una conspiración de “la casta”. En su caso la denominación es distinta: deep state, el Estado profundo, esa trama de intereses facciosos en los que convergen los magistrados judiciales, la prensa crítica y, aquí hay una sorpresa, las fuerzas armadas. La misma melodía que, con variaciones, tararean Donald Trump y Jair Bolsonaro en sus respectivos países.

Más allá de estas especulaciones, es bastante evidente que la instrucción a Werthein para que deje de viajar al Vaticano puede tener una consecuencia inevitable: que el Papa no viaje a Buenos Aires. Acaso sea un objetivo deliberado de Milei. Evitar que, a pocos meses de las elecciones, la sociedad se movilice alrededor de una figura que encarna valores que el Gobierno menosprecia. La justicia social, la solidaridad, la inclusión, el rescate estatal de los más vulnerables, son los objetivos a ser derrotados en la “batalla cultural”.

El frágil vínculo con Villarruel también fue sometido al rigor de la motosierra. El Presidente la expulsó de las “fuerzas del cielo” y la sumó a las de la casta. Se sabrá con el tiempo si esa excomunión es ventajosa. En lo inmediato, tiene también un efecto sobre el proselitismo. La vicepresidenta se había acostumbrado a desarrollar actividades en el ambiente que le resulta más propicio: el de las Fuerzas Armadas. Sirviéndose de la excusa de alguna ceremonia no siempre trascendente, visitaba cuarteles, divulgaba su mensaje, promovía su figura. Tenía éxito. En las encuestas registra el mismo nivel de adhesión que el Presidente, con menos volúmenes de rechazo. Desde que fue repudiada como figura del oficialismo, la agenda de Villarruel quedó alterada. ¿Qué militar la invitará de ahora en adelante, si hacerlo puede significar el final de una carrera? Para desplegar su campaña la vicepresidenta necesitará pensar en actividades políticas más explícitas. Y, por lo tanto, más desafiantes para su compañero de fórmula.

Los otros puentes que Milei decidió serruchar son los del comercio de bienes importados y la industria. Además de llevar adelante una estrategia general de apertura económica que la mayoría de los expertos celebra, el Gobierno dispuso algunos cambios inquietantes. Por ejemplo, amplió de 1000 a 3000 dólares el cupo para compras personales en el exterior. Y resolvió eliminar los aranceles para las que no superen los 400 dólares, que sólo pagaran el IVA. Esta resolución estimula el comercio a través de plataformas como Amazon o Mercado Libre, en detrimento de los productores locales. O de los importadores, que venden su mercadería a través de redes comerciales. Estos últimos se quejan de que se los discrimina en beneficio de proveedores del exterior, que tienen un tratamiento impositivo mucho más ventajoso.

Los primeros en quejarse fueron los grandes distribuidores de electrónicos importados, agrupados en la Cámara Argentina de Distribuidores Mayoristas de Informática, Productores y Afines (Cadmipya). Con pánico sagrado de no irritar al león, emitieron un comunicado destacando la recuperación de la actividad. Pero después alertaron sobre los riesgos a los que quedaron expuestos. Es razonable. No sólo competirán en desventaja con la oferta de las grandes plataformas de comercio electrónico, donde se puede comprar la misma mercadería a un precio promedio 40% más barato. También deben soportar las ventajas otorgadas a los importadores que ensamblan en Tierra del Fuego. Para proteger a esos ensambladores, los que venden en sus tiendas artículos importados pagan un arancel externo y, además, tributan un impuesto interno más caro. A estas alarmas de los importadores tradicionales se suman las de los productores, que se sienten amenazados por la mera apertura comercial.

Las medidas de Milei abren un debate necesario, ya que la economía argentina es legendaria por su nivel de proteccionismo. Sin embargo, en esa discusión los alineamientos no son automáticos. Por ejemplo, un librecambista como Miguel Kiguel alertó en el último informe de su consultora Econviews sobre el error en el que suelen caer las administraciones que impulsan la apertura no para estimular la competitividad, es decir, no para fijar un objetivo de mediano plazo al que se vaya adaptando el sistema comercial y productivo, sino para obtener una baja de cortísimo plazo en la inflación.

Juan Carlos De Pablo, que suele defender con entusiasmo la orientación económica oficial, encendió una alarma sobre varias peculiaridades de esas decisiones comerciales. Vale la pena leer como las formuló: “La importación tiene mejores abogados que la producción local. No tengo ningún problema que un tipo se funda por razones internas. Pero que un tipo se funda por los impuestos que cobran Milei, Kicillof o el Intendente, por Moyano con los camiones o por un juez que le calcula la indemnización por despido como se le canta, es una barbaridad. Lo que tenés que decirle a Sturzenegger es que sincronice la eliminación de trámites de manera que equilibre la importación con la producción local. La importación puerta a puerta tiene nombre y apellido. Yo como autor de libros no tengo problemas, porque nadie va a comprar un libro extranjero para competir con los míos. En cambio la electrónica, los textiles, se sienten particularmente vulnerables y preguntan, ¿por qué a mí?”.

Kiguel alertó sobre otra variable peligrosa, acerca de la que De Pablo también viene planteando algunas preocupaciones: el tipo de cambio. Para Kiguel lo ideal es liberar el comercio con un tipo de cambio real alto. Es decir, en circunstancias que están en las antípodas de la actual. Un prestigioso economista brasileño que sigue con interés la trayectoria argentina se preguntaba ayer cómo se podría abrir la economía cuando la paridad dólar/real pasó de 4,8 a 5,9 en las últimas 50 semanas.

Lo que podría entenderse como la implementación de una concepción económica, es presentado por el Gobierno como la embestida contra un sector. El primer indicio lo dio el diputado José Luis Espert, cuando a través de su cuenta de X mandó “a cagar” a los industriales que expresaban su desasosiego por las medidas oficiales. Fue el jueves pasado. Respondía a Daniel Funes de Rioja, el presidente de la UIA, quien había advertido que “si hay fenómenos de apertura irracional e indiscriminada, vamos a ir señalándolos. Nos preocupa la llegada de una ola importadora, y hay que atacar rápidamente el aspecto tributario”. Que Espert expresaba una agresividad general se demostró anteayer: Milei, ofendido con aquella declaración, no asistió a la Conferencia Industrial organizada por Funes, y prohibió que lo hicieran el jefe de Gabinete Guillermo Francos y el ministro de Economía Luis Caputo.

La poca disposición a dialogar o negociar constituye una marca del actual oficialismo. La premisa mayor es que La Libertad Avanza es un ejército, que debe dar una batalla frente a lo que tiene frente a sí, que es un enemigo. La forma de conseguir consenso es el ataque contra un blanco que se elige semana a semana. No es un arrebato. Es un plan. Ese programa general está estimulado, además, por el éxito. Desde la caída de la inflación y el cierre de la brecha cambiaria, hasta la mejora en el precio de los bonos y la mejora en la consideración popular de la gestión, todo sirve para que Milei y sus colaboradores inmediatos se convenzan de que no es hora de ceder ante la pretensión de nadie. Hasta la victoria de Donald Trump, que fue la victoria de un discurso proteccionista que va en la dirección opuesta a la estrategia oficial, alimenta esa épica fanática.

¿La inflexibilidad se proyectará también sobre las decisiones institucionales? El Congreso debe resolver varias cuestiones que pondrán en evidencia el grado de consenso o de conflicto entre La Libertad Avanza y el PJ, que es decir el kirchnerismo. La integración de la Corte y la designación del procurador general de la Nación es una. La exclusión de dirigentes condenados con una sentencia confirmada por un tribunal de alzada, denominada “ley de ficha limpia”, es el otro tema en debate. El caso más notorio, tal vez el único vigente, es el de Cristina Kirchner.

Las conversaciones por la formación del máximo tribunal están empantanadas. Cristina Kirchner impulsó una jugada que rompió el status quo. Indujo a la senadora catamarqueña Lucía Corpacci a que firme el pliego de Ariel Lijo como ministro de la Corte. Es una señal de que Lijo contaría con los dos tercios del recinto para su designación. Es una señal de que Manuel García-Mansilla no tendría esos votos. La señora de Kirchner puso así en tela de juicio la premisa del Gobierno: o los dos o ninguno. Para sostener esa premisa Milei debería designar a Lijo y García-Mansilla por decreto. Ayer el bloque de senadores peronistas resolvió que, si el Gobierno toma ese camino, sus miembros anunciarán el rechazo a ambas postulaciones. Es decir, colapsaría todo el proceso. A José Mayans, el presidente de esa bancada, le contestó el enigmático @Mileiemperador de X, en quien todos quieren ver al “Mago del Kremlin” Santiago Caputo: “Alguien que le avise al Gordo Mayans que si se hace el guapo de nuevo completamos todas las vacantes de la Justicia federal en comisión. Incluido Procurador, Defensor General y Defensor del Pueblo”. El guapo Mayans contra El hombre de la esquina rosada.

Milei está ante ese final, que fortalecería su imagen de líder inflexible. O ante la apertura de una negociación que, en realidad, ya está insinuada. Nadie quiere hacerse cargo de ella. Senadoras encumbradas del entorno de la expresidenta señalan a Eduardo “Wado” de Pedro como interlocutor de Caputo. De Pedro lo niega. Hasta lo ha hecho en público: “Miren hacia el Frente Renovador”. Heridas en la relación con Sergio Massa. El otro eje de conversaciones, más discreto, tendría como extremos al auditor general Juan Manuel Olmos y al mismo “Mago”. Trivialidades.

Lo relevante es que el kirchnerismo propone a la Casa Rosada reemplazar a García-Mansilla por una mujer. Y nominar a un procurador adaptado a su paladar, que no represente un insulto para Cristina Kirchner. Hay que admitir que ella hace un sacrificio: está poniendo sus votos al servicio de Ricardo Lorenzetti, el padrino de Claudio Bonadio, el promotor de Lijo. No se le conocía esa generosidad. Sin embargo, hasta anoche, desde las filas de Milei no se aceptaba ese esquema. Salvo por un detalle: Guillermo Francos admitió que el Presidente podría considerar la postulación de una mujer si fracasara con Lijo y García-Mansilla.

La de Francos fue una respuesta hipotética a una pregunta hipotética. La última contrapropuesta formal fue “voten a Mansilla y nosotros después enviamos el proyecto para ampliar la Corte, de tal manera que haya jueces de todos los colores”. La señora de Kirchner no contestó pero, si lo hubiera hecho, tal vez elegiría las palabras que le dirigió Vicente Saadi a Raúl Alfonsín en un trance similar: “En este despacho los negocios se hacen al contado”.

Hay un aspecto curioso de este enredo. Los dirigentes que avalan a Lijo coincidían ayer, casi con exactitud, con los que querían impedir una ley que limite el acceso de los menores a las apuestas digitales. Hay un puente entre ambos mundos, un puente que no se rompe: el binguero Daniel Angelici, ayer asistido por las radicales Danya Tavella y Carla Carrizo. La prosperidad tiene cara de hereje.

En otro tablero, ayer se jugaba otro ajedrez. Los diputados de La Libertad Avanza hacían esfuerzos llamativos para que hoy no prosperara la sesión en la que se aprobaría la ley de “ficha limpia”. El jefe de Gabinete Francos también había relativizado esta posición: “Si se interpreta que es para proscribir a Cristina Kirchner, preferimos que no se apruebe ahora”, confesó. El kirchnerismo, de todos modos, ejerce una presión muy fuerte. Se notó anteayer, en una reunión informal de jefes de bloque. Allí, el moderado Germán Martínez, advirtió: “Si avanzan con esa ley, los más moderados de nuestro lado perderán fuerza. Esos moderados son los que contienen la bronca en la calle”. Las fuerzas del cielo deberán aplicarse a garantizar la paz social en la tierra, si el peronismo interpreta que excluyen a su líder.

(*) Periodista, publicado en La Nación

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