Por Hugo Remedi
(especial de ANÁLISIS)
El “ahora valijero” Edgardo Kueider es un gran mentiroso o un terrible impune y por más que le diga a los mastines que esperan al acecho que los más de 200 mil dólares y otras menudencias que transportaba por países vecinos no eran de él, el argumento no soporta ningún peso en sí mismo.
Aunque el senador nacional por Entre Ríos que huyó del bloque del PJ para cobijarse en otro afín al gobierno nacional, luego de aprobar la Ley Base que necesitaba el presidente argentino Javier Milei, jure y perjure con argumentos distractivos que esa plata no es de él, nadie ni acólitos ni amigos de andanzas le cree una palabra.
Está embarrado hasta el hocico el otrora peronista.
De hecho, su última afirmación no tiene en principio tanto valor desde lo político como desde lo legal. Y por cierto aquella declaración obedecerá a una indicación legal que le permita salir del nido de víboras. Habrá quizás también condena social, pero la vergüenza no es hoy un valor que cotice en bolsa. Es decir que lo más pronto que se viene para Kueider es condena si, condena no sobre en el marco de una causa que se le viene sustanciado por enriquecimiento ilícito. Y así, de ese modo el fiscal suma argumentos inéditos y valiosísimos para la causa que lo hace transpirar.
Por otro lado, seguir la lógica desde la declaración de Kueider es cuanto menos una fantasía cargada de mucha peligrosidad: ¿de quien es la plata entonces? Y por qué semejante cantidad de moneda estaba siguiendo ese circuito secreto de las manos de un senador de la Nación.
Es decir, hay que aceptar con total mansedumbre que un legislador nacional anda por las rutas de países ajenos y ahora desusada, trasladando un montón de plata que no es de él: tremendo generoso y audaz valdría reconocerle si es que obviamos la mentira y posamos en estilo idiota.
Asimismo y, aunque se aproveche esta situación para ganar miserias, este tipo de hechos le pega a toda la clase política por igual, dañando también, demás está decir, a los que hacen honor a la vida pública. No en vano escuchamos que los enriquecidos con la plata sucia apelen a: “me lo prestó mi mujer, hicimos fortunas con los viáticos que ahorramos” o esta flamante excusa recién salida del horno: no era plata mía.
Este nuevo valijero era a quien en su momento, ocupando un importante cargo en el Ejecutivo provincial, se le rendían todas las pleitesías que el manual de la obsecuencia sugiere.
A Kueider ya lo quieren echar del Senado nacional y sobre desde el partido que lo vio nacer y de ese modo cumplir con la vendetta pendiente cuando este legislador pasó de opositor a oficialista “todo por convicción”, según aseguró en su momento. Que sin embargo hoy, huele a plata en dólares al menos hasta que la justicia se expida.
Ahora con esta postal a la vista habrá que ver hasta dónde se anima a avanzar el PJ, porque si no quieren echarlo para no darle de comer gratis a la oposición y ya, no valiendo hacerse el perro distraído: al menos suspenderle la afiliación hasta que la justicia diga lo suyo. Porque donde no hay culpables tampoco hay inocentes y así, dejar en claro, que no todos chupan del mismo barro.
En definitiva, Edgardo Kueider fue el mejor de todos: aprendió a ocupar cargos con 4 votos, a transar y negociar con el enemigo político, a hacerse empresario de la política, a traicionar y ahora, a traficar plata de “otros”: un verdadero abanderado.