Ahí está Atlético de Rafaela, dando pelea, ganando, soñando más futuro de Primera. El mismo Atlético de Rafaela que hace poco más de un mes parecía condenado, ahora se está salvando. Sí, con el 2-1 de anoche ante Independiente, se escapó de los últimos dos puestos. Y ahora va por un golpe grande: el domingo visita el Monumental para enfrentar a River.
Esos primeros diez minutos de Rafaela no merecían otra cosa que un desenlace de Primera: el equipo de Osvaldo Piazza tuvo todo lo que se le puede exigir a un equipo de la A y hasta un poco más. Fue ambicioso, generó peligro, arrinconó a su rival, dominó y pegó. En diez minutos apabulló a Independiente. Y le hizo dos goles. A los cinco, Gonzalo Del Bono —tan hábil, tanto futuro— desequilibró por la izquierda, tiró un centro filoso y Darío Caballero, en su intento por rechazar, la metió en su arco. Fue la primera explosión de una ciudad que, como nunca antes, cree en las posibilidades de que La Crema
Dos minutos después, sin anestesia, Rafaela volvió a golpear: pase de Del Bono a Barrientos y remate implacable del mediocampista de ataque. Dos a cero. Era la segunda escena de la pretendida fiesta de esa gente que se pasó más de 30 fechas en los dos puestos de descenso y que ahora, de repente, está asomando la cabeza y está saliendo. Como decían los de adentro, como repetían los de afuera: "No nos den por muertos. Rafaela peleará hasta el final". Y ahí están ellos, peleando...
Con el dos a cero, y a pesar de lo que señala ese pensamiento moderno de equipos amarretes, Rafaela siguió asumiendo la iniciativa y los riesgos. Y en una contra Cristian Giménez, a los 11, pateó desde afuera y estampó un golazo que transformó la noche feliz en silencio, que hizo temblar las pretensiones de Primera de los rafaelinos.
Desde entonces empezó otro partido: con ritmo, pero más parecido a tantos otros; con llegadas, pero sin esa espectacularidad del comienzo; atractivo, pero sin esa emoción multiplicada del arranque... De todos modos, no hubo mucho para reprochar. Este Rafaela de la lucha inquebrantable mostró razones para quedarse en Primera. Este Independiente sin presente que busca su futuro mejoró con relación a las imágenes deshilachadas de las últimas fechas.
Lo único que cambió un poco entre el primer tiempo y el segundo fue la actitud menos ambiciosa del local. Se aferró a la ventaja y a medida que pasaban los minutos el partido se hizo más mediocre: con roces, ordinario, interrumpido.
Independiente, frente a un Rafaela que le cedía el campo de juego y la pelota, dio la impresión de ser el dominador. Pero no tuvo profundidad, no encontró los caminos que Rafaela sólo pensaba en obstruir. Entonces, el arco de Medrán parecía casi tan lejano como el de Navarro Montoya. El encuentro se hizo tenso, tedioso. Un penal de Alarcón a Agüero no cobrado por Baldassi abrió un espacio para la emoción o, al menos, para la discusión.
Hasta que al final, Rafaela se metió muy cerca de su arquero. Y sólo estableció una prioridad: aguantar, aguantar como sea, como pueda. Y entonces, empezó a padecer. Lejos estaba aquel comienzo de festival. A los 31, por ejemplo, Medrán tuvo que volar de palo a palo para evitar que un remate de Damiani se convirtiera en el empate. A los 35, Zurita cabeceó al gol, pero otra volada espléndida de Medrán evitó el grito. Pero no. No pudo Independiente, este Independiente que sólo advierte dudas cuando mira al horizonte. Y Rafaela fue feliz en la noche que, como nunca, volvió a sentirse de Primera.
Fuente: Diario Clarín.