-Represión. Antes, cuando todavía no existían las granadas de gas lacrimógeno, los policías destinados a provocar los daños mayores en la represión apuntaban sus pistolas al piso para que la bala rebotara antes de dar en el blanco. De esa manera, el accionar represivo se cubría de eventuales imputaciones penales y el poder político salvaba las responsabilidades atribuyendo los sucesos a la casualidad. Pero llegaron los gases lacrimógenos y la imaginación de las técnicas represivas encontró la forma eficiente de montar la granada en las escopetas Itakas y luego en la Batam, que era de producción nacional. Con este montaje se podía apuntar con relativa eficacia dentro de una distancia corta. Lejos de constituir hechos aislados, la práctica de apuntar a los cuerpos de los ocasionales manifestantes con el objetivo de provocar daños intimidatorios configura un comportamiento importante en la represión. Nada queda librado al azar o a la improvisación, este accionar forma parte de la instrucción a las fuerzas represivas. Es en esta razón que el gobernador Jorge Sobisch tiene que acudir al remanido argumento de los excesos para explicar lo que es una consecuencia previsible de su decisión política de reprimir. Es bueno recordar que recurrir a los excesos para justificar asesinatos no le sirvió como excusa a su inventor, el dictador Jorge Videla.
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-Liderazgo en disputa. Es muy fácil deducir que el gobernador Sobich utilizó el conflicto docente para jugar fuerte en procura de su candidatura presidencial que disputa dentro de la franja de la derecha política. Con un accionar represivo escarmentador el gobernador de Neuquén seguramente pretendía poner en la vidriera del debate nacional su manejo frente a los conflictos laborales y los piquetes que cortan rutas estratégicas. De esa forma, a través de su accionar extremo de mano dura se presentaba frente a la gran tribuna nacional como el exponente más claro y consecuente encuadrado en esa línea política. Que la conducta de Sobisch estaba destinada a volcar a su favor la franja de la derecha política nacional se ejemplifica en la forma y premura con que sus contrincantes dentro del espacio salieron a marcar diferencias. Blumberg, Macri y el otrora gobernador de Misiones y senador nacional, Ramón Puerta, cada cual desde la suya, hicieron esfuerzo en diferenciarse por temor a que el incendio de Sobisch se extienda y los abrace.
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-Reacción entrerriana. Es notable cómo poco a poco la sociedad entra a marcar un decidido rechazo a cualquier atisbo de autoritarismo y mucho más si en el medio acontece un crimen repudiable agravado por la alevosía y desvergüenza con que fue perpetrado. Las movilizaciones en todo el país fueron masivas y contundentes. Entre Ríos no estuvo ausente en el repudio. Como era de suponer, el primero en reaccionar fue el principal gremio docente de la provincia, AGMER, que en la palabra de su secretario general repudió el hecho y manifestó la adhesión al paro general decretado por la CTERA para el lunes 19. El rechazo a la represión y al crimen trascendía el marco gremial docente y unía a organismos de derechos humanos y a agrupamientos políticos populares. El secretario general de la CGT, Hugo Moyano, se apersonaba en el local de la CTERA para adherir de conjunto a un paro general. En Entre Ríos también acontecía lo mismo y la propuesta de paro y movilización rápidamente adquirió un carácter multisectorial. El lunes 19, encabezados por AGMER, ATE y la CTA, 3.000 voluntades se movilizaron hasta confluir en la explanada de la Casa de Gobierno. No era una marcha cualquiera, su pasividad emparentaba el acontecimiento con esas jornadas donde la sensibilidad social se siente conmovida y convocada. De nuevo conectando lo acontecido en la provincia con la movilización nacional, Hugo Yasky caracterizaba la jornada como una nueva Semana Santa, en directa relación con los sucesos de abril de 1985 cuando el pueblo cerró filas frente al golpe encabezado por el coronel carapintada Aldo Rico.
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-Repercusiones. Además de generar un sano y ponderable repudio en un arco extenso de consenso, la conducta de Sobich genera un fuerte reacomodamiento en los movimientos políticos. El gobernador Jorge Busti quebró la quietud que envuelve al justicialismo con un repudio categórico a la represión. “El orden no se consigue a palazos”, vociferó enérgico en declaraciones periodísticas. Sin perderse en detalles el gobernador entrerriano marcó los contrastes entre lo sucedido en Neuquén, el pasado montielista en la provincia, con su firme determinación de no reprimir las manifestaciones sociales. Pero bueno, siempre que Busti hace punta en algo hay que rastrear en otras puntas para entender los verdaderos significados de sus pronunciamientos. En Córdoba, el gobernador José Manuel de la Sota, justicialista como Busti, en una clara actitud de marcar diferencias con el gobierno nacional, amenazaba con descontar el día a los docentes y trabajadores públicos que adhirieran al paro del lunes 19. Alertado con ese pronunciamiento que tiene indudables repercusiones hacia el interior del justicialismo, Jorge Busti ha visto la necesidad de remarcar su alineo con el Presidente Kirchner destacando la diferencia con De la Sota.
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-Vivencias radicales. El bullicio y las tensiones se concentran en los corrillos radicales. Abundan las declaraciones cruzadas, reuniones provinciales, en fin, un activismo que hace mucho no se veía en el centenario partido radical. Tan ocupados han estado atendiendo sus asuntos que los sucesos de Neuquén prácticamente no existieron. Cabe suponer que para el presidente del Comité Provincial, don Raymundo Kisser, esa cuestión de las represiones salvajes no es cosa que lo incomode en demasía. Téngase en cuenta que fue el defensor de Sergio Montiel cuando la sociedad entrerriana demandaba justicia por las muertes de Eloisa Paniagua, Romina Iturrain y José Daniel Rodríguez en las negras jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001. Pero bueno, fuera de la anécdota de Kisser, lo cierto es que el radicalismo vive una agitación en sus diversas filas y tendencias. Es que poco a poco han empezado a tomar en cuenta que el resultado electoral del 18 de marzo no es tan malo como parecía. Con el pasar de las horas y de los días, los viejos zorros perciben que dentro del arco de la minoría ellos son los que quedan mejor parados y mejor dispuestos para armar algo que tenga cuerpo en las elecciones de octubre. Naturalmente a nadie, ni siquiera a Sergio Montiel, se le ocurre disputar el primer lugar de la puja electoral, el entusiasmo se ubica en una expectativa tan modesta como sensata e interesante. Cuando los radicales miran a octubre, miran para adelante sin preocuparse por sus espaldas como sucedía en las elecciones de 2003, en 2005 y ahora en las de marzo. En 2005 era el agrupamiento Nuevo Espacio el que le soplaba la nuca y en las elecciones de marzo se había colgado en la disputa la disidencia peronista con la dupla Solanas-Cresto.
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