A.S.
De la redacción de El Miércoles Digital
Desde el año pasado José Eduardo Pato Lauritto venía anunciando que no buscaría la reelección como intendente, ni tampoco sería candidato. Su decisión de “irse a la casa” al cumplir su segundo mandato como intendente, sin embargo, no era creída por casi nadie en el seno del peronismo uruguayense. En ese conglomerado tan centrífugo como centrípeto –de acuerdo a los vientos que corran– “el Doctor” ha sido, además de dos veces intendente, vicegobernador, diputado nacional, ministro de Educación, y sobre todo, durante casi dos décadas, el gran elector en Concepción del Uruguay y la referencia ineludible tanto para acceder a instancias de poder como para acusarlo de todos los males (incluso ¡de no ser peronista!) en la durísima y a veces indescifrable interna del PJ.
Pocos parecían creerle. ¿Cómo pensar que dejaría la política un hombre como Lauritto, apasionado por la cosa pública en cualquiera de sus facetas, empecinado en ser algo así como “el benefactor” de la Concepción del Uruguay del siglo XXI, al estilo de Mariano López un siglo antes? (Y si de exageraciones se trata, en estos días hubo comparaciones decididamente hiperbólicas como una columna escrita por un veterano periodista, y además candidato a concejal, que le atribuye nada menos que ser el Urquiza de este siglo).
No podía ser. Tal vez por eso desde diferentes usinas del oficialismo lo venteaban ya como senador provincial por el departamento, ya como vice de Bordet. Como es sabido, nada de eso pasó. Cuando el anuncio de Lauritto comenzaba a concretarse, se agregó su “prescindencia” en la pelea ya desatada por la sucesión. Esa decisión generó dispersión y desconcierto: llegaron a contabilizarse quince precandidatos a intendente, y la mayoría de ellos surgidos de la aureola del propio jefe comunal. Pero cuando faltaba casi un mes para las PASO, Lauritto cambió de idea: salió a apoyar a Martín Oliva, su viceintendente.
¿Quién es Oliva? Un médico oriundo de Córdoba, doctorado en La Plata y radicado en la Histórica desde hace algo más de dos décadas, con escasa participación política previa y con un perfil técnico y amable para las clases medias uruguayenses: es un cardiólogo de prestigio y se asegura que es el único doctor en Medicina que hay en la ciudad (en la que, como en todos lados, se les dice “doctores” a abogados, médicos y contadores que no lo son en el sentido estricto del término). Oliva fue director del hospital y en 2015, para sorpresa de todo el peronismo, Lauritto lo fue a buscar para que fuera su vice. En su gestión cultivó un perfil llano, ajeno a polémicas y, aparentemente, a los entramados donde se mueven los resortes del poder.
Si primero la prescindencia de Lauritto produjo dispersión, el cambio de rumbo generó chisporroteos y malestares, que en la campaña se tradujeron en acusaciones hirientes, anónimas, pero cuya autoría se atribuye a los contrincantes y que quizás cueste olvidar prontamente. Aunque ya se sabe que por más impiadosa que sea la interna, después todos se reencuentran cuando se esclarece el siempre decisivo dilema: quién firmará los cheques los próximos cuatro años.
La dificultad de elegir sucesor en el peronismo no es nueva, y a esta altura es casi un rasgo de identidad de ese movimiento: la tuvo el mismísimo Perón, así que qué se puede esperar de los demás. Menem, Duhalde, Cristina, Busti, nadie escapa a ese destino. El peronismo uruguayense tampoco: Lauritto, ni en su primera gestión ni en la actual mostró uñas de guitarrero para esa melodía.
Lo cierto es que se metió en camisa de once varas (o de quince, o de siete si se tiene en cuenta el número de precandidatos que finalmente disputaron en el PJ). Abandonó la primigenia decisión de “no apoyar a nadie” y comenzó un abierto respaldo a la lista de Oliva, precandidatura resistida por las primeras y segundas líneas de la gestión, de donde salieron casi todos los otros postulantes. De las siete listas que compitieron en el oficialismo, cinco estaban encabezadas por funcionarios o ex funcionarios de Lauritto.
Más allá de una módica guerra de encuestas difundidas por los medios afines a cada uno, eran muchos los que afirmaban que Oliva perdía, y muchos otros quienes no arriesgaban y auguraban “un empate técnico con Noir”, en referencia a otro ex funcionario de la gestión municipal, Oscar Noir, un abogado que dejó su cargo municipal para lanzarse a la campaña, sin el visto bueno de Lauritto. Pero el apoyo de el Doctor logró adocenar las voluntades y permitió a Oliva imponerse con un 17.2 por ciento del total de sufragios, por sobre Noir quien obtuvo el 16.3, apenas 300 votos de diferencia según el escrutinio provisorio oficial (los datos del PJ agrandan un poquito esa cifra). En el peronismo hay quienes aseguran que Noir contó con el respaldo de Carlos José Teta Scelzi, hijo del viejo caudillo y hasta no hace mucho gran armador en la política local. Sin embargo, junto a Noir también se vio a gente proveniente del riñón de Lauritto.
(Más información en la edición gráfica número 1094 de la revista ANALISIS del miércoles 17 de abril de 2019)
