
El presidente Javier Milei y el secretario del Tesoro de EEUU, Scott Bessent.
Ernesto Tenembaum
Con su reconocida capacidad para pronunciar frases que quedarán en la memoria, el ministro de Economía, Luis Caputo, escribió, minutos después de escuchar en persona a Donald Trump: “Argentinos: ha comenzado una nueva era”.
Da ganas de creer, claro, de no ser porque cada argentino ha escuchado ese tipo de anuncio muchas veces a lo largo de su vida, generalmente minutos después de que apareciera un apoyo financiero desde el exterior. Se verá si, al menos esta vez, la realidad se rinde ante el optimismo del ministro. Mientras tanto, existe un debate con posiciones muy variadas, en la Argentina y en el mundo, sobre el significado profundo de lo que ocurrió esta semana. En ese debate, la mayoría de los analistas son, cómo decirlo, más cautos.
Han sido días realmente apasionantes y vertiginosos, inclusive para la alta vara de la Argentina libertaria. Hace apenas una semana el Gobierno atravesaba una crisis de confianza hacia la moneda argentina, que se expresaba en una corrida que crecía exponencialmente. La desconfianza cercaba también al Gobierno, como se vio en el resultado electoral en la provincia de Buenos Aires. A eso se sumaba el creciente descrédito internacional y las palizas semanales que recibía en el Congreso, donde nunca antes un gobierno había quedado tan aislado. Cuando todo parecía perdido, en tiempo de descuento, Donald Trump aterrizó para salvarle la vida a su simpático aliado sureño.
Meses antes, Trump había cortado la ayuda a los niños africanos enfermos de VIH: ese contraste destaca su debilidad por Milei y la similitud de sus escalas de valores. La aparición de Trump en el momento justo constituye, además, una injerencia directa, y muy excepcional, de los Estados Unidos en un proceso electoral de otro país, en este caso el nuestro. No se trata de una construcción conspiranoica de la izquierda antinorteamericana. Es lo que el mismo Trump y su secretario del Tesoro, Scott Bessent, han afirmado: que intervienen para que Milei gane las elecciones. Desde la irrupción del embajador norteamericano Spruille Braden en las elecciones de 1946 no ocurría algo similar. Como se sabe, esas elecciones las ganó Juan Perón, el enemigo de los norteamericanos.
La semana se completó con una serie de medidas que acentúan el perfil del gobierno libertario. El lunes anunciaron que se eliminarían las retenciones a las exportaciones agropecuarias hasta un tope de USD 7.000 millones liquidados. Eso implicó la resignación de recursos fiscales por alrededor de USD 1.500 millones y un estímulo para que los exportadores ayuden a recuperar la calma cambiaria en tiempos de campaña. Ese regalo fiscal contrasta con la decisión de no cumplir con la ley de emergencia en discapacidad, que comprometía en un año el mismo dinero que se dejará de recaudar por la eliminación temporaria de las retenciones. Con el correr de la semana, además, la dirigencia agropecuaria denunció que la mayor parte de la ventaja impositiva fue apropiada por las grandes cerealeras y no por los productores. En esa saga se pueden percibir una lista de ganadores y perdedores muy relevante.
Cada uno de estos episodios merecería una discusión profunda sobre el proceso económico que vive el país, sobre la manera lineal en que se ubica en un mundo multipolar –donde ignora a los principales socios comerciales como Brasil y China— y sobre la naturaleza tan extrema de la experiencia que vive en estos años la sociedad argentina. Pero más allá de todo eso, quizá la pregunta central es a dónde lleva este camino.
El ministro sostiene que ha empezado una nueva era. Otras personas piensan que, como mínimo, faltan algunos pasos para ser tan optimistas. Gita Gopinath, la economista jefa del FMI sostuvo: “El apoyo, sin duda, ayuda a prevenir fluctuaciones cambiarias especulativas. Sin embargo, un progreso duradero requerirá que Argentina adopte un régimen cambiario más flexible, acumule reservas y genere apoyo para sus reformas internamente”.
Es muy interesante el posteo de Olivier Blanchard, el renombrado economista que fue director del FMI. Blanchard explicó que toda estrategia antiinflacionaria requiere por un tiempo un anclaje cambiario. “Pero a medida que la sobrevaluación persiste y las tasas de interés se mantienen altas, aumenta el riesgo de que los votantes pierdan la paciencia. O pueden surgir otras perturbaciones, como un escándalo de corrupción que desmerezca al gobierno. Y la anticipación de que los votantes rechazarán al gobierno y el programa llegará a su fin, lleva a la gente (nacional o extranjera) a anticipar una mayor depreciación e intentar cambiar de pesos a dólares, lo que provoca una fuga de reservas”. ¿Podrá funcionar el apoyo norteamericano? Blanchiard explica que si el plan Milei ya está condenado al fracaso sería tirar dinero. Pero “si el programa Milei funcionara lentamente, los nuevos fondos aumentaran las reservas y permitieran que el gobierno continúe sin una crisis, eso podría generar más apoyo para Milei en las próximas elecciones y permitir que el ajuste continúe”.
Con una mirada aún más pesimista escribió el premio Nobel Paul Krugman, en una nota donde destaca que el apoyo norteamericano es una medida para salvar el prestigio de Milei, porque se trata de uno de los referentes de la ultraderecha mundial. Krugman hizo una descripción detallada de la manera en que el tipo de cambio barato generó, como tantas veces, una encerrona para el Gobierno.
-- “¿Qué salió mal? Los recortes presupuestarios de Milei están causando un sufrimiento generalizado a los argentinos, y nunca logró un sólido apoyo político nacional para sus políticas, mientras se dirigía a la derecha internacional. No es sorprendente que perdiera estrepitosamente las elecciones legislativas en Buenos Aires y haya sufrido varias derrotas en la legislatura nacional. El temor a un colapso político de su proyecto desencadenó la actual crisis del peso”.
-- “El actual aumento de la ayuda de la administración Trump ha reducido temporalmente la presión sobre el peso y le dará́ tiempo a Milei. ¿Pero tiempo para qué? Hasta donde sé, la teoría política detrás de la estrategia económica de Milei era que podía lograr un milagro económico antes de que la reacción negativa a sus políticas tuviera tiempo de consolidarse. No pretendo tener un conocimiento especial de la política argentina, pero para un observador externo, parece que ese plan ya ha fracasado”.
Krugman, además, parece desconcertado con la Argentina: “Para ser justos -escribe- no tengo una gran estrategia alternativa que proponer. La política económica argentina se ha visto obstaculizada por conflictos políticos internos durante toda mi vida adulta y no tengo ni idea de cómo puede escapar de esa trampa”.
Las elecciones del 7 de septiembre han cambiado todo. Hasta hace muy poco tiempo parecía que el programa económico era indestructible y que el consenso social de Javier Milei duraría para siempre. Pero ese día la carroza se convirtió en calabaza. Ahora se sabe que un gobierno no puede hacer cualquier cosa, como si no se hubiera sabido desde antes. Y que, además, no es consistente un programa económico que requiere la inyección repetida de fondos externos. Como tantas otras veces, un presidente que pretendía refundar la Argentina –ha comenzado una nueva era- se ha transformado en un típico presidente argentino: abrumado por deudas, exigencias de los mercados y de los prestamistas de última instancia y, al mismo tiempo, por crecientes reclamos sociales insatisfechos.
Mientras todo esto ocurre, algunas personas están empeñadas en señalar que la nueva era se parece mucho a eras anteriores. “En septiembre de 2018, el presidente Mauricio Macri recibió el Premio Global Citizen en Nueva York y posteriormente se reunió apresuradamente con Christine Lagarde para conseguir un premio aún mayor: un paquete de apoyo ampliado del FMI para Argentina. El Fondo aumentó su compromiso de USD 50.000 millones a 57.000 millones en un contexto económico turbulento. Adelantándonos a una especie de ‘semana de la marmota’: el presidente Javier Milei se encuentra en Nueva York recibiendo el mismo premio y ultimando las negociaciones de un importante paquete financiero con Estados Unidos”. Así arrancó Alejandro Werner su nota en el Financial Times. Werner fue el director para América Latina del FMI que negoció con Mauricio Macri los créditos del 2018.
La Argentina ha sido un país donde las nuevas eras suceden a las anteriores con una velocidad impresionante. Son cada vez más efímeras. No dan ni un respiro.
Pero esta vez será diferente.
¿O no es eso lo que se dice cada vez que empieza una nueva era?
(*) Este artículo de Opinión de Ernesto Tenembaum fue publicado originalmente en el portal de Infobae.