El Nido
Por José Carlos Elinson
Especial para ANALISIS
Le dije al autor que era hasta el momento su obra más lograda. Los integrantes del jurado de FOPEA han coincidido en la apreciación y le otorgaron a “El Nido”, el premio al mejor libro de periodismo de investigación de la Argentina en 2019.
Se trata del decimocuarto libro de investigación periodística de Daniel Enz que abarca desde 2015 hasta los días que corren.
Dicho así podría leerse como una información más sobre un hecho trascendente pero “El Nido” y los 13 libros que lo preceden hacen, en casi su totalidad, a la historia institucional de Entre Ríos, pero tienen su correlato acaso no tan conocido en la vida pública y privada de este periodista que comenzó su carrera en la infancia voceando diarios en las calles de su Reconquista natal.
Para hacerlo, lo ha contado muchas veces en círculos íntimos, entendió que debía primero leer las noticias como para saber qué estaba ofreciendo, pero los más próximos a Daniel sabemos que ya había florecido el interés por manejar datos de la realidad que, ordenados contribuirían después a modo de material “de parrilla” para imprimirle a sus primeras publicaciones y a las que les siguieron el perfil y la impronta que definen su derrotero.
Dijo hace pocos días que si no hubiese abrazado el periodismo tendría muy poco que ofrecer porque –enfatizó- es el único terreno en el que se desenvuelve con paso seguro y, como buen futbolero, tatengue para más datos, trata de tener siempre la pelota de su lado en la cancha.
Daniel, a diferencia de muchos que no han logrado su trascendencia, no se refiere al periodismo como “la profesión”, prefiere hablar del “oficio”; así lo entendieron los viejos maestros y así lo entendemos los que nos sumamos a la huella profunda de sus enseñanzas.
Su crecimiento exponencial en la tarea no lo aparta para nada de su condición de laburante de los medios. El precio ha sido, y es, muy alto.
Todavía recuerdo los primeros avisos de lo que sería su vida si insistía en seguir escribiendo, investigando, denunciando sin más padrino que su propia convicción. Un atardecer sonó el timbre en casa y ahí estaba el “Ruso” con el rostro desencajado: “Me mataron a Colita”, me dijo con un dolor en cada palabra que nos contagió a todos. Esa noche durmió en la habitación de Martín, mi hijo y me gusta pensar que allí se gestó ese sentimiento de hermandad al que suele aludir.
Estábamos tristes por Colita, pero sabíamos que lo de Colita traía cola y que era larga y peligrosa. Al perro se lo habían dejado muerto en la puerta. Los mensajes mafiosos hablan con léxico propio y sin ser expertos comenzábamos a entender.
Algunos lo bancamos, unos un poco más, otros no tanto, pero el único que con veintipocos años y en soledad no le sacó el cuerpo al compromiso militante del oficio fue Daniel Enz.
Nada es casual, causal en todo caso y la suma de causalidades donde su vida y la de su familia valían en el mercado mafioso de la política mafiosa menos que nada, han logrado que nuestro amigo acumule un premio más a modo de reconocimiento por su trabajo desde una institución periodística respetable y respetuosa.
Le dije días atrás que “El Nido” era hasta ahora su obra más lograda pero es inevitable que las dudas me rodeen. En todo caso habrá que esperar supongo unos tres o cuatro meses para develar la incógnita.