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Silencio en Puerto Sánchez

Roberto Romani

Este domingo, cuando las campanas del amor bendecían el río, murió Jorge Méndez. Y con él morimos todos un poco, como el resplandor de los intentos, al final de la calle.

Cada uno de nosotros anduvo alguna vez, o siempre, con las rosas del poeta en el corazón. Y abrimos las puertas de las emociones con los títulos que, desde Paraná, alumbraban el escenario genuino de las coincidencias esenciales.

Lo conocí hace 50 años, cuando todavía no alcanzaba a comprender la grandeza del hombre y la prolongación del arte que sana.

Desde entonces lo aplaudí desde la platea, lo presenté en las fiestas del pueblo, y le entregué el “Cimarrón Entrerriano”, en Concordia, en nombre del Gobierno de Entre Ríos y de cada habitante del verde misterio.

Pero lo más importante es que desde hace muchos años canto sus canciones en los patios de las escuelas, y hablo de su vida, con orgullo y admiración.

Hasta el pasado viernes, en General Galarza, cuando después de pedir a Dios por sus manos, presenté a una intérprete de la localidad, que interpretó “La canción del Jornalero”.

Lloré un poco al escribir estas líneas, y seguramente otras lágrimas por la despedida del amigo que viajó hacia la tierra sin mal.

Y también pensé en Julia, fortaleza y amor en los amaneceres de Oro Verde. Y en sus hijos, a quienes conozco y llevo incorporados a mi sencilla existencia, como retoños felices del hermano elegido, para el abrazo de la primavera.

Finalmente comparto la tristeza de todos los labradores de la ternura que extrañarán su voz y su guitarra, defendiendo las raíces de la comarca y el vuelo de los pájaros libres.

Nos quedan sus obras, y los miles de guitarreros de la patria, que lo recordarán cantando.

Nos quedan “La canción de Puerto Sánchez” y el “Puentecito de la Picada”, como himnos de la entrerrianía y carta de presentación de los hermanos costeros ante los universos de la gracia.

También la definición hermosa del solar nativo. Y de la ciudad que custodiará su memoria.

“Yo soy de Paraná, ciudad del alma.

Yo soy un hijo más, que así le canta.

Celebro sus barrancas y sus lomadas.

La plenitud del verde en cualquier plaza.

Yo soy de Paraná, la bien amada, inspiradora fiel de mi guitarra”.

 

(*) Roberto Romani es escritor y un estudioso de la cultura entrerriana.

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