
Por A.G.
(especial para ANALISIS DIGITAL)
En esos años había muchos paseos al Parque Urquiza, muchos llamados de su oficina para que vaya yo o mi hermano. Vivíamos a media cuadra y si nos decían que fuéramos, ahí íbamos. Y luego, lo mismo de siempre. "Vení, cerrá la puerta, sentate acá, a upa. Vení....". Muchas "leídas de diario a upa en el living".
Hubo noches que como no había mas nadie en la casa nos hacía dormir con él. Si, con él. Mis niñeras notaban que a veces me tocaba, algo me molestaba, pero no hacían mas que retarme para que me saque la mano de ahí.
Mi mamá se murió, mi papá ya no vivía con nosotros pero "lo trajeron de Buenos Aires para que se hiciera cargo de nosotros y nos saque de nuestro lugar de seguridad". Seguridad? Porque no nos sacó... Hubiera sido lo único bueno que podía haber hecho por nosotros. Pero no... el infeliz se quedó, nos quedamos.
Siempre había regalos, siempre había viajes, siempre había preferencias, siempre había momentos con él.
En un momento algo me dijo que esos momentos no estaban bien, que algo no andaba bien. Fue ahí que comencé a encontrar excusas para escaparme, irme, no ir, no estar, no quedarme sola con él. El problema es que con 7 u 8 años no era lo suficientemente madura e inteligente como para darme cuenta que si no lo hacía conmigo lo estaba haciendo con mi hermano. ¿Cómo no lo llevaba conmigo? que irresponsable!
El último tiempo no solo se trataba de tocarnos, también nos mostraba su virilidad, nos hacía chistes, jugaba con la forma de la comida y sus semejanzas los órganos sexuales.
Ya con 9 años, llegaba el momento de mi confirmación en la Parroquia del Carmen, como era habitual mi padre no paso esa noche en casa, sino que en Santa Fe en la casa de alguna "amiga", tampoco mi abuela ya que estaba en el caribe acompañando el embarazado de una de mis tías, esa noche éramos nosotros dos y él.
"Duerman conmigo". Llegó el momento de dormir, nos acostamos nosotros dos juntos, casi pegados y el comenzó a acercarse por detrás, no llevaba ropa interior, se acercó... se acercó... se acercó... salte de la cama y me fui.
Al día siguiente, me levanté, desayuné, me preparé con mi jumper a cuadros, mi polera azul, mis leñadores, me hice media cola, ayudé a mi hermano a vestirse y salimos a la iglesia los tres. Allá me encontré con mis compañeritos, sus mamás, sus papás, dejé a mi hermano con él, ya que nadie más nos acompañaba. Más tarde mire hacia atrás y ahí estaba mi padre, parado afuera de la iglesia: nunca le importo mucho todo esto.
Tomé mi confirmación y nunca más deje que me toque. esa noche fue la última vez. Intentó mil veces más, pero me las arreglaba para ser gentil e irme, no permitirle acercarse. Yo jamás lo juzgué, porque si bien sabía que algo estaba mal, no sabía si realmente estaba mal, O si realmente podía negármele, o si realmente era anti-natural. Pero algo me decía: "no lo dejes más".
Claro, ya sé, si ya sé. No me ocupé de que mi hermano hiciera lo mismo... Con 9 años fui muy irresponsable. Lo sé. Y hoy me martirizo cada noche pensando en todo lo que podría haber hecho. Pensé en matarlo, sí; algunas noches, sabiendo que dormía profundo, me acercaba y lo miraba y pensaba como matarlo, pero nada se me ocurría.
Durante años me sacaba el tema en conversaciones telefónicas o en persona. Y yo, tonta, cambiaba de tema, me escapaba. Me pasé una vida escapándome.
Hoy, 20 largos años después descubro que la palabra es abuso infantil. Que está penalizado. Que está mal... descubro que está mal de verdad. Hoy soy mamá. Hoy mataría a quien tocara de más a mis hijos.