En la pieza de González los investigadores encontraron el celular Nokia de Prigent y secuestraron una zapatilla con restos de sangre, pero aún faltan las pericias científicas para determinar si es sangre humana. Fuentes policiales revelaron a Clarín que están investigando si González tiene alguna vinculación con Daniel Sfeir, el marido de Silvia o con algún empleado de Sfeir, que tiene una empresa de recolección de basura.
Juan Carlos González alquila una pieza por 300 pesos al mes en la calle Mateo Gálvez 1981, de Escobar. Trabaja en un local de ventas de celulares frente a la estación de dicha localidad. Según Mary, la dueña del almacén, es un “perejil”. La mujer dice que le contó que el celular se lo compró por cien pesos a un tal “Tarta”, que es cliente del local.
“Es un tipazo, más bueno que San Cayetano”, dice Mary. Walter es el dueño del terreno donde vive el único detenido. Dice que Juan Carlos de chico fue abandonado por sus padres y que tiene una vida muy sufrida. “Siempre que veía por la tele que alguien caía detenido por tener un celular de algún caso policial decía: Que pelotudo, como vas a caer por una cosa así. Y le terminó pasando”, cuenta Walter.
Las cámaras de seguridad que están en el municipio de San Fernando filmaron los últimos movimientos de Silvia. El 29 de diciembre se vió a la mujer caminando por la calle 3 de Febrero, luego cruzó Colón y caminó hacia el lado de Tigre. Agarró Almirante Brown hacia la calle Rocha y ahí se perdió el rastro porque ya no hay cámaras. “A 100 metros de donde desaparece está el galpón donde Sfeir guarda los camiones de recolección color crema y rojo”, dice un allegado a la familia de Silvia. La última persona que la vio es una madre de un alumno del colegio San José de Tigre, donde Silvia era maestra desde hace 27 años, informó Clarín.