Luis María Serroels
“Hay sinvergüenzas y caraduras como para hacer dulce”, suele decir una viejita del barrio cada vez que lee o escucha noticias sobre las maliciosas picardías en que se incurre dentro de la dirigencia política y, en especial, en distintas áreas del Estado. Aludía así a la proliferación de quienes se aprovechan de sus posiciones dominantes para hacer cuanto se les plazca, con recursos que no les pertenecen y, todo ello, encaminado a consolidar y ampliar porciones de poder por el poder mismo.
Nuestras reflexiones de hoy tienen en común componentes que nos dan cuenta de un tendencioso proceder, un doble discurso y un abuso hasta obsceno de una autoridad sólo conferida temporariamente por la ciudadanía.
* Caso uno. No nos sorprende que desde la Parroquia de San Cayetano (un sacerdote y jurista italiano que vivió entre 1480 y 1547, a quien millones de personas acuden para impetrar por un trabajo digno y estable) haya surgido un editorial sobre la triste realidad de nuestros días en materia electoral.
Suscripto por el párroco Fabián Castro, el documento incursiona en la conducta de los distintos candidatos y con una fina ironía señala que quizás por el gran calor de este verano no nos enteramos de lo que estaba pasando y “por eso nos perdimos un interesante debate de ideas acerca de las distintas plataformas políticas de cada fórmula que aspira a la Gobernación, a las intendencias y a las cámaras de senadores y diputados”. Es justo aclarar que ciertos dirigentes propusieron a sus contrincantes el reclamado debate público, sin lograr respuesta (el primero que se rehusó fue el candidato oficialista, con argumentos poco satisfactorios, dejando al ávido electorado huérfano del acceso al pensamiento profundo de quienes pretenden gobernarlo).
Y plantea con visible causticidad que “se debatía el proyecto de provincia para los próximos cuatro años y el agobio del calor estival nos impedía gozarnos de la riqueza conceptual que, como borbollones de un fresco manantial, brotaban de las gargantas lúcidas de los diversos dirigentes políticos”. Una frase contundente remata este segmento de la declaración, cuando manifiesta que “si escucha ruido de redoblantes en las cercanías, no es por el carnaval sino que seguramente anda algún candidato a algo cerca de su casa: acérquese, salúdelo e interésese; averigüe, averigüe, averigüe, que el 18 usted debe votar”.
Pero no todo es sarcasmo, ya que el cura realiza sugerencias a la hora de enfrentarse con la disyuntiva del cuarto oscuro, aportando diversas preguntas, como por ejemplo: “¿Sabe usted quiénes son los cuatro candidatos a gobernador? ¿Son solamente cuatro o hay algunos más? ¿Conoce los nombres de los candidatos a vicegobernador? ¿Conoce las propuestas de gobierno de al menos dos de ellos?”.
Iguales interrogantes plantea respecto de los candidatos a intendente y a concejales de Paraná, los tres primeros de cada lista de diputados, cuántos diputados se elegirán y quiénes se postulan para senador por nuestro departamento, entre otros puntos.
Pero hay un párrafo que pega fuerte por su sencillez y realismo. Y es cuando invita a mencionar qué leyes importantes proponen los aspirantes a legislador y qué se conoce sobre el desempeño de los que buscan su reelección.
Está claro que el padre Castro posee la condición envidiable que le da el confesionario, donde se posan con crudeza los problemas más acuciantes y dolorosos de la comunidad, las angustias y apremios de cada uno de los fieles. Y eso nutre una suerte de encuesta quizás más seria y precisa que las que salen de ciertos lápices mentirosos, donde se plasma una forma de indignidad.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)