Silvio Méndez
En el extremo sur del globo, en ese continente casi inhóspito y para la gran mayoría desconocido, en ese inmenso territorio de 14.000.000 km² que alberga el 80 por ciento del agua dulce del planeta, Argentina posee cinco enclaves permanentes. En uno de ellos, en la Base San Martín, sobre el límite occidental del territorio que se reclama como propio, una dotación de 20 integrantes desarrolla tareas científicas. En ese grupo, un bioingeniero oriundo de Concepción del Uruguay despliega sus primeras tareas profesionales, luego de egresar el año pasado de la Facultad de Ingeniería de Oro Verde y ser contratado por el Instituto Antártico Argentino (IAA) –que depende de la Dirección Nacional del Antártico–. En diálogo con ANALISIS, Carlos Zelayeta contó de su experiencia luego de casi un año de estadía en la Antártida, su tarea con los equipos que se utilizan en la estación, la vida diaria en temperaturas extremas y su afición a la fotografía que comparte con sus allegados a través de su perfil en Google +.
–¿Qué trabajos o experiencia como bioingeniero tuviste antes de trabajar en la Antártida?
–Ninguna, antes de terminar (la carrera) ya había firmado contrato para venir acá y dos meses después de recibirme (en diciembre) me vine. Este es mi primer trabajo.
–¿Algún otro bioingeniero está o estuvo trabajando en el lugar?
–Haciendo campaña de invierno casi seguro que no. Conozco uno que trabajó un tiempo en el Instituto Antártico (en Buenos Aires) y sé de una chica que hizo sus tesis acerca de las instalaciones de salud de (Base) Marambio. También sé de un profesor de la Facultad que sí hizo una campaña de invierno, pero no es bioingeniero sino que da clases.
–¿Cómo llegaste a la Antártida? ¿Cómo se dio la oportunidad?
–Todos los años el IAA hace una convocatoria para ingenieros electrónicos, físicos, ingenieros en sistema, informáticos o carreras afines. Suele ser en marzo. Uno se anota, presenta su curriculum vitae y rinde un examen de electrónica. A los que aprueban se les hacen unas entrevistas con psicólogos y exámenes médicos. Finalmente los que pasan todas esas etapas quedan seleccionados para la campaña de invierno del año siguiente. Si quedan más de los que se necesitan –unos 10 por año, en promedio dos por base y son cinco bases– supongo que hacen un orden de méritos. La base a la que va cada uno la designa la gente del IAA según las necesidades particulares de cada una.
