C. C.
En septiembre de 1998, González recibió la notificación de la resolución que finalmente tuvo una causa que había llevado a la Justicia provincial. El por aquel entonces juez de Instrucción, doctor Raúl Herzovich (a cargo del Juzgado Nº3), resolvía el sobreseimiento de Jorge Antonio Cuesta “por el delito de Defraudación por retención indebida”, que se le atribuía en lo actuado hasta el momento. Para el músico y compositor que ha representado a la ciudad y la provincia en los principales festivales nacionales y entrerrianos fue un baldazo de agua fría.
El dictamen del juez significó la imposibilidad de encontrar una respuesta positiva al reclamo que duró casi una década por recuperar un vehículo que usaba para trabajar y que aquella persona de apellido Cuesta, se había encargado de retener. Como pasaron muchos años, vale la pena entender que el auto, un Fiat 600, ahora podrá resultar un modelo –aunque popular- casi en desuso, pero por aquellos años era todavía un auto práctico y de un valor importante, justamente por esa virtud.
“La historia comenzó cuando en 1992 aproximadamente, como empleado municipal fui trasladado al Centro Cultural Juan L. Ortiz. Estando allí se acercó esta persona, Jorge Antonio Cuesta, El Gordo, que quería comprarme el Fiat 600. No estaba a la venta, pero igualmente me insistió. Yo no lo conocía y no sabía cómo tenía el dato de que yo tenía este auto, que en verdad era de mi mujer, ella lo usaba también para trabajar. Al poco tiempo a un amigo mío le robaron las cuatro cubiertas de su auto, razón por la cual totalmente desahuciado me lo dio como parte de pago de un intercambio que hicimos. Y una vez más apareció Cuesta, que vio este vehículo también. Se interesó por el mismo y me insistía por la compra del 600 además. Era un tipo insistente. Pero para aquel entonces el Fiat tenía unos problemas así que le dije: 'Si me lo arreglás, como parte de pago te doy la carrocería del otro'. Trato que aceptó y se llevó el auto. Pero luego, el tiempo pasó y no apareció más. Lo llamaba, lo buscaba o incluso cuando me lo cruzaba en la calle, sus respuestas eran evasivas: que ya lo iba a tener listo, que le falta un poco, cosas así”, relató Tachuela González, en diálogo exclusivo con ANALISIS.
