Antonio Tardelli
Se polemiza sobre delitos. O sobre violaciones a la moral pública. Se habla de desfalcos y de indelicadezas. Poco de plataformas. Nada de ideología. El teatro de la política, que debiera estar ganado por la competencia de valoressociales antagónicos,ha sido copado por el examen de los comportamientos. Radica allí la frontera de toda controversia. Debe reconocerse: tiene lógica. La inconducta descalifica. Deja al margen. Saca de pista.Ha perdido la legitimidad quien argumenta desde una foja de servicios delincuencial. Pero la decencia debe ser requisito y no extravagancia. La conducta debe ser el piso y no el límite de la competencia interpartidaria.
Entusiasmado con los fuegos artificiales que desató la demorada, controvertida e imprescindible rendición de cuentas acerca del pasado, debiera el gobierno macrista tomar nota de los desesperantes costos personales que pagan hoy connotados personajes del peronismo kirchnerista. Son las desgracias que viven hoy quienes, ensoberbecidos por el poder, tomaron a su tiempo como propio lo que del conjunto era. No obstante, la observancia de las normas –de las legales y de las éticas–podría ser el resultado del convencimiento y no del pánico. Mas a falta de convicciones, que sea nomás el temor a la prisión futura el motivo de la autolimitación de los actuales funcionarios.Asistiríamos, aunque más no sea, a un progreso alimentado a temor.
(Más información en la edición gráfica número 1070 de la revista ANALISIS del 9 de noviembre de 2017)