Memoria Frágil y el crimen de la mujer policía

Silvia Depardón

Silvia Depardón fue asesinada cuando volvía de hacer adicionales en el IAFAS.

De ANÁLISIS

Esa temprana mañana del 5 de octubre de 2003, la suboficial de la Policía de Entre Ríos bajó del colectivo y esperaba ansiosa llegar a su casa, distante a escasas cuadras, para encontrarse con sus dos pequeños hijos. Silvia Depardón venía de realizar horas adicionales en el bingo de calle 25 de Mayo, de la capital entrerriana, que le servían para sumar algo de dinero a su humilde casa del barrio Gaucho Rivero, donde la vida y la muerte por hechos violentos marcaron a fuego su historia en las últimas décadas. Hacía escasos meses que había cumplido 33 años y tenía toda una vida por delante. Era una buena funcionaria policial, muy querida entre propios y extraños y nunca pasó por su cabeza que se iba a encontrar con la irracionalidad de la violencia sin límites, por el simple hecho de vestir un uniforme y a plena luz del día.  

Emiliano Balbuena, policía retirado de Investigaciones, contó que el crimen de Sillvia Depardón “pegó muy fuerte” a la institución policial. Detalló cómo fueron las primeras tareas de investigación. “Rápidamente supimos con nombre y apellido quiénes eran los supuestos responsables. Una vecina del lugar me contó que los vio. Había uno arriba de un árbol y otro agazapado. Estimo que la esperaban a ella por la hora. La trasladamos a Homicidios para que declare y le informamos al juez. Pero cuando declaró ella omitió dar nombres y apellidos. Elevé un informe al juez para que brinde garantías a la mujer que, creo, no lo dijo por miedo. Desconozco si el juez la llamó en forma inmediata”, manifestó.

Mario Celis, jefe de Ceremonial de la Policía, recordó que se anoticiaron del fatídico acontecimiento. “Se realizaron gestiones para que fuera despedida con la presencia institucional que merecía. Respecto de la causa y suceso sabíamos que fue vilmente asesinada por alguien que no tuvo la entereza de enfrentarla. Ella concluyó un servicio de policía adicional, estaba de uniforme”.

Silvia Depardón fue asesinada de un balazo en la cabeza. Nunca quedó claro si fue por una vendetta por el hecho de ser policía o si era en realidad un intento de asalto para sustraerle la cartera en la intersección de las calles Montiel y Luján. Estaba a no más de 500 metros de su domicilio. La suboficial  estaba destinada en la Dirección de Institutos Policiales y se convirtió en la primera mujer policía abatida en la provincia. La uniformada no hubiera podido defenderse utilizando su arma reglamentaria, ya que las pericias realizadas con posterioridad indicaban que la pistola provista por la institución estaba defectuosa.

Marianela Nohara, la hija, la recordó como “una mujer muy trabajadora”. “Ese día la esperé y bueno, vi que no llegaba y una se dio cuenta de la situación que pasó. Siempre me llevaba a la Escuela de Policía. Lo que recuerdo es que pude disfrutar todos los momentos que estuvo conmigo. Una gran mujer y persona, por todas las cosas que me han contado de ella”.  

 

 

Alejandro Chávez, compañero de Silvia Depardón señaló que ya “son 17 años”. “Ella aparte de superarse, tenía dos hijos. Recuerdo cuando nació Marianela. En esa época tenía 10 u 11 años. Ella para sustentarse, como vivía en un barrio difícil, hacía adicionales. En ese momento la noticia impactó muchísimo porque fue la primera mujer caída en el cumplimiento de su deber. Al parecer ella bajó del colectivo y en el interin de esas pocas cuadras fue abordada por estos personajes de lo ajeno, no sé con qué fin o si tenían antipatía con ella, la abordaron y produjeron su deceso”.  

“Ese 6 de octubre fue tremendo para la institución policial. Se había ultimado de un balazo a una mujer en el ejercicio de sus funciones. Recuerdo el velatorio fue realmente muy triste y lamentable ver cientos de policías uniformados viendo a Silvia. En ese marco teníamos que trabajar para determinar rastros de quiénes cometieron este tremendo ilícito. Contábamos con cuestiones adversas de miedo en el barrio. En esta cuestión los primeros minutos fueron importantísimos. Recuerdo los trabajos de Homicidios que buscaron testigos. Se hicieron allanamientos y arrojan resultados positivos rápidamente”, describió el abogado querellante Marcos Rodríguez Allende. Agregó que se hablaba de “Pagliaruzza, alias El Toro y una persona de apellido Villanueva, alias Carli, Carlos Villanueva”.

Responsables

El primer detenido del caso fue Carlos Villanueva, a quien supuestamente se lo habría observado junto a otro individuo, a quien se sindicó como el ejecutante. Según la investigación policial, a escasas horas del crimen de Depardón se encontraron algunas pertenencias de la suboficial, rescatadas por los investigadores de una fogata que presuntamente había iniciado el acusado en el fondo de su casa. En esa oportunidad descubrieron también otros elementos de la víctima semienterrados en un pozo excavado a escaso metro y medio de la vivienda de Villanueva. En el juicio, en julio de 2004, los magistrados de la Sala I de la Cámara del Crimen tomaron nota de los comentarios referidos por los testigos respecto de que “desde un primer momento se corrió la voz que el asesino era Cristian Pagliaruzza”, quien por esos días cumplía prisión en la Unidad Penal Nº1 por otro hecho, pero siempre se lo vinculó al crimen de Depardón. 

Pagliaruzza tenía por esos días el beneficio de salidas socio-familiares, mientras cumplía una condena de ocho años de cárcel por robo calificado, tras disparar contra un móvil de la comisaría novena y golpear a los policías de esa seccional cuando intentaron detenerlo, en noviembre de 2004.

 

 

Los camaristas consideraron que no había suficientes elementos para condenarlo a Villanueva e hicieron lugar a la petición del fiscal Juan Carlos Almada, quien no acusó al procesado y exigieron que el juez de Instrucción, Héctor Villarodona profundice la investigación.

“Gente de la zona de Gaucho Rivero nos llamó por teléfono para avisar que prendían fuego cosas de Silvia en una casa. Se hizo un allanamiento y estaba prendiendo fuego Carlos Villanueva que para mí participó del hecho. Fue puesto a disposición de la justicia, después lo dejaron en libertad por falta de mérito. Se pidió informe al Servicio Penitenciario y daban que una persona había salido de la UP y le daba el tiempo para cometer el hecho. Secuestramos ropa, se tomó declaración a una monja que vivía en frente. Hubo cosas que se prestaron a confusión. Testigos sabían quiénes eran los responsables y no querían decirlo”, remarcó Balbuena. “La policía dio todo lo que tenía que dar para aclarar la cuestión. Toda la información que dimos para que después de 8 años se hiciera justicia y no con una pena tal vez no muy alta a uno de los autores”.

El abogado querellante acotó que Villanueva estaba quemando las pertenencias de Silvia Depardón. “Esto se pudo secuestrar tal cual estaba y se detiene a Villanueva. Paralelamente tenemos un segundo grupo de testigos que contaba que Villanueva y Pagliaruzza habían estado la noche anterior tomando bebidas y armados. Tuvimos dos causas -diferenció-, tuvimos problemas para probar quién fue el autor material porque veíamos el miedo de los vecinos. Villanueva en una rueda de reconocimiento, con sus defensores, pidió hablar conmigo y en presencia de sus abogados me manifestó que él no tenía nada que ver con la muerte de Silvia y que había estado quemando el bolso de Silvia porque se lo dio Pagliaruzza. Le dije que lo vuelque en la causa. Eso fue muy importante para juzgar a Pagliaruzza”, contó Rodríguez Allende.    

“El testimonio de Villanueva habla del arma que usó Pagliaruzza que era niquelada que siempre perteneció a Pagliaruzza y días anteriores había herido a Pin Barzola. Llamamos a él como testigo. Nos dijo que tenía una bala alojada en la rodilla. El tribunal le preguntó si podíamos extraerle el plomo de la rodilla para compararlo con el plomo extraído a Silvia.  Barzola accedió a la cirugía y Barzola desapareció y a los pocos días apareció muerto. En la autopsia le extrajeron el plomo y se coteja con el de Silvia. Resultó que ambos plomos fueron disparados por una misma arma que había sido usada por Pagliaruzza”, relató el abogado.

La situación de Cristian Pagliaruzza se fue complicando en la investigación judicial. Más aún con el aporte de un testigo de identidad reservada que llevaron los abogados querellantes, Marcos Rodríguez Allende y Alejandro Grippo y una rueda de reconocimiento que fue clave.

Pagliaruzza, de 28 años, se había hecho conocido públicamente en 1997 por el Caso del Aljibe, cuando junto al ya fallecido Queco Arce fabricaron una causa contra cuatro efectivos de la comisaría novena al introducirse en un pozo para culpar a los policías, que luego fueron absueltos por la Justicia. 

“Hubo un conocido delincuente de Paraná, Pin Barzola, que días antes del episodio de Silvia tuvo un altercado con la persona condenada por este hecho. Barzola fue herido en la rodilla. Accedió a que le extrajeran una bala de la rodilla. En el tiempo, Barzola desapareció. Lo mataron. Después los querellantes y familiares pidieron la exhumación del cuerpo para extraer el plomo y corroborar lo que se estaba diciendo, que el arma había sido la misma que se usó para ultimar a Silvia Depardón”, puntualizó Balbuena.

En julio de 2006, la Sala II de la Cámara del Crimen de Paraná decidió revocar la falta de mérito que tenía Cristian Pagliaruzza y lo procesó por el delito de robo seguido de homicidio en perjuicio de la suboficial Silvia Depardón. 

 

 

Segundo juicio

Pagliaruzza fue juzgado en octubre de 2008 por el delito de robo seguido de homicidio. La Sala I de la Cámara del Crimen llegó a la conclusión de que fue el autor del disparo recibido por la mujer policía.

Humberto Franchi, defensor particular de Pagliaruzza recordó el hecho.  “Lo raro es que en un segundo juicio, se sindicó el hecho a Pagliaruzza. Pero primero había sido sindicado Villanueva que después termina mencionando a Pagliaruzza como autor. Él dijo que si le daban la libertad lo sindicaba a Pagliaruzza. Consideramos que Pagliaruzza era inocente. Su condición de ser reincidente, llamémosle de mala vida acreditaba que era causante de la muerte. Y hasta el día de hoy seguimos sosteniendo su inocencia. En base a que la única prueba que lo sindica a Pagliaruzza como supuesto autor es el testimonio de Villanueva. Incluso hubo una testigo llevada por falso testimonio. Otras testigos siempre hablaron de haber visto una sola persona y las características físicas que dieron no se correspondían con Pagliaruzza. Y además secuestraron los elementos de Depardón en la casa de Villanueva”, subrayó el abogado. “El mismo Pin Barzola en un careo con Villanueva preguntó si creía que si Pagliaruzza le había disparado ¿iba a estar tomando mates con él en el pabellón?”, agregó.

“En 2008 el tribunal me pide que ratifique o aclare lo de la testigo que me habló de los nombres y después no sostuvo ante el juez de instrucción. Hicimos un careo con la señora y dijo la verdad”, acotó Balbuena.

El segundo debate se realizó en octubre de 2009 ante un tribunal integrado por el camarista Miguel Ángel Giorgio y los jueces correccionales Daniel Malatesta y Pablo Vírgala, y volvió a ventilarse el primer crimen de una mujer policía ocurrido en Entre Ríos.

Al finalizar, el querellante particular Marcos Rodríguez Allende pidió una pena de 18 años de prisión; la Fiscalía 15, y la defensa insistió con la absolución lisa y llana de Pagliaruzza. Finalmente se le impuso una pena de 14 años de prisión.

“Lamentablemente, el sabor amargo que me queda es que esto fue un trabajo de seis años, dos causas para determinar la responsabilidad de Pagliaruzza. Este sabor amargo que me queda en la condena es que si este acontecimiento hubiese pasado en actualidad, no hubiese sido otra condena posible que la pena perpetua a quien ejecutó a una mujer, en ejercicio de sus funciones. Que lo hizo sobre seguro, por atrás. Tiene distintas características o condimentos que nos hubiesen llevado a la única pena que es la prisión perpetua. Pero lamentablemente los momentos históricos de la política criminal se modifican. La calificación legal esgrimida en su momento fue robo seguido de homicidios y se llega a pena de 14 años que es un castigo pero nunca puede ser suficiente para el disvalor que generó”, evaluó Rodríguez Allende.

Franchi contó que fueron a Casación. “Para 2009 o 2010 se tiene que haber llevado adelante audiencia de Casación. No recuerdo si se redujo la pena pero sí se confirmó la condena y responsabilidad de Pagliaruzza”, marcó. “Me queda una deuda en lo personal que por cuestiones económicas no llegamos a la Corte Suprema pero daba para discutir la carencia de pruebas. La prueba fue soslayada y se tomó una cosa u otra para incriminar a Pagliaruzza”.

“En el momento del desayuno siempre iba al lavadero y siempre las gastaba porque tomaban mate dulce con cáscara de naranja. La cargaba a Silvia y le decía que se había abuelizado tomando mate dulce con cáscara de naranja”, puntualizó el compañero de trabajo, Alejandro Chávez. “El impacto fue grande. La mujer policía, aparte de cumplir su función como policía es madre y esposa. Eso es un cúmulo de obligaciones que hacen que uno a veces no asuma a lo que está expuesto. Más ella como mujer. Si bien estamos en siglo XXI la mujer empoderada tiene esas funciones y está expuesta a estas situaciones. Quienes más lo sufren son sus hijos”.

La hija, Marianela Nohala reflexionó: “No sabía todas las cosas que ella hacía, porque era chica. Yo aprendía a los garrotazos o no, si me portaba mal con el cinto me agarraba. Pero los valores como mujer y persona. Hasta el día de hoy los mantengo. Me dejó un aprendizaje de lo que es la vida. Fue muy duro. Tuve que ser fuerte por mi hermano y salir adelante. Por mi familia que siempre estuvo, en todo momento. No tengo palabras para decir más que gracias por todo lo que me enseñó y dejó. En la Clínica Policial la reconocieron y también hay una calle con su nombre. En sí, siempre ella fue mi orgullo, hasta el día de hoy la admiro y he aprendido mucho, siendo chica o no. Ella tenía eso de decirme que vaya a la escuela, que preste atención. De ella no puedo decir nada más que gracias y que estoy orgullosa a pesar del dolor de año tras año. Pero no queda otra que mirar para adelante y sé que ella está”.  

 

 

El asesino de la suboficial Depardón nunca pidió perdón por el crimen y quizás ya esté pronto a salir de la cárcel. Marianela y Alexis tuvieron que, como tantos otros, crecer sin una madre y pelearon a la vida como pudieron. Y como aquél 5 de octubre de 2003, cada mañana muy temprano, imaginariamente, todavía la siguen esperando.  

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