C. C.
El periodista y escritor Adolfo Argentino Golz ingresó a la sala y lo recibió el unánime aplauso de quienes lo esperaban. Pero este auditorio era muy especial. Era un numeroso grupo de niños del tercer grado de la Escuela Número 8 Manuel Alberti, que funciona en el turno matutino en el Instituto Cristo Redentor de Paraná. Fue este lunes, con una mañana muy fría pero de mucho sol.
Los chicos lo esperaban con un pizarrón donde se podía leer “Bienvenido Adolfo Golz”, todos sentados ordenadamente y acompañados de las docentes que prepararon este encuentro desde hacía tiempo.
Los dos terceros habían trabajado en clase su poesía Cielito, una síntesis de su paso por la literatura infantil y la belleza de la ciudad de Paraná como temática que se mezcla y se completa en las metáforas. Los terceros este año rodean sus actividades con un eje temático que es la ciudad de Paraná, como espacio de identidad y lugar de hábitat de lo cotidiano. Y este lunes 25 que se celebraba el día de la ciudad, era la ocasión adecuada para conocer al autor personalmente, una instancia que tenía a los pequeños fascinados.
Los chicos y chicas lo esperaban con preguntas sobre la poesía y sobre su vida. Sin machetes, sólo con la hoja donde tenían copiado Cielito, junto a sus propias ilustraciones. Él no lo sabía, pero ellos las tenían porque al final le iban a pedir que se las autografiara. La frescura y la inocencia de sus anfitriones resultaron ser una buena lección de periodismo. En pocos minutos a Adolfo le preguntaron por su edad, si estaba casado, si tenía hijos, qué hacía y qué no hacía.
“Esto es lo que yo llamo un coro de ángeles”, expresó entre risas Golz, al escuchar el murmullo de quienes le prestaban mucha atención. Le preguntaron por su primer libro, El Hombre Incompleto (1954). Le preguntaron por su infancia y enseguida contó que a los pocos meses de vida por tener problemas de salud en un pulmón sus padres se fueron a vivir a Viena, en busca de una solución. Y que allí pasó su infancia y que el primer idioma que aprendió fue el alemán; también contó que recién volvió a los 10 años para terminar la primaria en la Escuela Belgrano, continuar el Bachillerato en el Colegio Nacional y terminar especializado en Literatura y Comunicación Social en la Facultad de Ciencias de la Educación. Todo eso fue fruto del cuestionario de sus pequeños entrevistadores, que además le exigieron -por si fuera poco- hablar algunas palabras en alemán. Por lo cual ahora saben los cuatro saludos que hay en el día en ese idioma. Y también le preguntaron -porque seguro que alguien les sopló- sobre su reciente viaje a la Antártida. “Sí, es un lugar hermoso, ¿pero saben?, había 42 grados bajo cero”, les contó.
Así pasaron casi dos horas, como si nada, porque hubo cuentos que él cito de otros autores, con reflexiones sobre el respeto a los ancianos, y un recordado relato uruguayo sobre el chico triste que encontró en su maestra a la madre que la muerte le había robado. “Y de las poesías y cuentos que yo escribo, son como hijos, los quiero a todos por igual”, explicó en un momento. También les relató que alguna vez viajó a Viena para ver de nuevo el departamento de su infancia y no lo dejaron entrar. Y les anticipó que estaba preparando un libro nuevo, que recopilará los cuentos que viene publicando en el Semanario LAR de Crespo.
Los docentes, junto a la rectora y los alumnos le obsequiaron un prendedor con la letra hebrea Tao, símbolo de San Francisco de Asís, y una tarjeta con la oración del mismo santo. El final fue muy emotivo con el cuento aquel del chico y su maestra y un nuevo aplauso que se tradujo en un “muchas gracias”. Sobre la despedida los chicos hicieron fila para que el escritor les firmara la hojita con la poesía, como un preciado recuerdo de una mañana distinta para sus vidas.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
