Antonio Tardelli
Asume acabadamente la estrategia oficial el gobernador de Entre Ríos, Sergio Urribarri, cuando apenas finalizado el acto de Vélez Sarsfield, donde el kirchnerismo renovó sus votos de adhesión a la Presidenta Cristina Fernández, sostiene que cada vez más el gobierno nacional, revitalizado con su determinación de expropiar las acciones de Repsol en YPF, adquiere un carácter de “gesta”.
Vestir de hazaña su andar es uno de los recursos predilectos del kirchnerismo. Transformar las decisiones de gobierno en hitos memorables remite indefectiblemente al carácter épico que impregnó la militancia setentista, de la que el gobierno se reconoce como heredero, pretendiendo ignorar que la política de uno y otro tiempo presenta diferencias sustanciales. Los escenarios son distintos y las prácticas también. Porque es diferente la ética predominante en uno y otro momento, también diferente debiera ser la épica. Siempre tendrán sabor a poco los módicos objetivos que este tiempo celebra con aires de revolución.
En cualquier caso, no es condenable que la política procure abandonar los resignados límites de la administración y el conformismo. El problema se presenta cuando, enamorados de las consignas, los protagonistas del revival tratan de persuadir, 40 años después, de que las metas que se persiguen guardan proporción con los propósitos a los que se entregó la juventud “maravillosa”.
Es en ese momento cuando, como en una canción de Arjona, las cuatro décadas devienen patéticas.
Al mismo tiempo, el carácter de epopeya que se atribuye al presente denuncia, implacable, el resignado confort del que disfrutaron los hombres del poder actual durante buena parte del largo interregno que separa el hoy del idealizado ayer. La memoria recuperada denuncia la prolongada amnesia que posibilitó el saqueo de la Argentina.
(Más información en la edición gráfica de la revista ANALISIS de esta quincena)
