Por Fabián Rogel (*)

Hoy se cumple un nuevo aniversario del fallecimiento del gran presidente Arturo Humberto Illia.

Simplemente me acuerdo que hace algunos años Leandro Illia me invitó en nombre de su familia a hablar en el acto que anualmente se realiza en La Recoleta al conmemorarse un aniversario más de la desaparición física de Arturo Illia.

Ese homenaje, al cual fui invitado a hacer uso de la palabra y el día que despedimos en Paraná los restos de Carlos H. Perette, quien fuera vicepresidente de la Nación de Arturo Illia, son los momentos más importantes en mi recuerdo sobre la política argentina.

Algunos, cómo Mariano Grondona, que se quisieron exculpar de haber cometido el golpe de estado, quisieron abuenarse nombrándolo como el viejo bueno y honesto.

No era ni el viejo ni el bueno, como una manera coloquial de quedar bien con ese gran presidente. Era el hombre de profundas convicciones, de gran transparencia, de una honestidad y humildad irrepetibles, pero que hizo un gobierno a su vez muy eficiente, donde hay, como reza la nota que acompaño, claves muy importantes de lo que fue su gran gobierno hasta que fue derrocado por la infamia golpista en 1966.

(*) Ex diputado provincial y nacional, y ex convencional constituyente radical.