Por José Carlos Elinson (*)
Quedarse en casa, aunque parezca menor, es un tema central en esta disputa que llevamos a cabo contra el Covid19. Anunciado a través de los medios o introducido en conversaciones informales, quedarse en casa no presupone un esfuerzo para nadie.
Claro, tampoco es tan así. Si releemos la columna de impecable factura de María Victoria Cano donde la autora refiere al hashtag Quedate en casa, veremos que las realidades que se encolumnan detrás de la propuesta son innumerables son los contextos en los que amucha gente le toca vivir o algo así.
Desde los más necesitados hasta los más encumbrados soportan unos pocos días las limitaciones que les impone el encierro y, si conviven en un entorno familiar discuten en forma reiterada sobre temas, todos vinculados al corona virus y la cuarentena, sobre los que cada uno tiene una posición tomada y la defiende con sus propios argumentos. Los que viven solos o en pareja ven como todos los día la relación se deteriora y, si la pobreza es una constante que viene desde antes del Covid19, este será el componente que faltaba para implosionar la convivencia.
También están los niños, acostumbrados a la rutina de la escuela, el gimnasio, el club o, en la pobreza, como dice María Victoria, refugiarse en el campito, hacer un picadito, jugar a los juegos de la calle, y tratar por todos los medios de no regresar a la precariedad habitacional que define sus días y sus noches. “… Y mañana serán hombres” se titula la película que en 1939 escribió y dirigió y dirigió Carlos Borcosque y que tuvo una segunda versión con guión y dirección de su hijo Carlos Borcosque en 1979.
Si bien ambos filmes se ambientan en un reformatorio y en la calle, sus protagonistas son producto de la pobreza y la intemperie a las que la vida los destinó.
Salvada la referencia cinematográfica, parece inevitable pensar en La Peste de Albert Camus y en El amor en los tiempos de cólera de Gabriel García Márquez. La literatura también ha reflejado como tema central o paralelo, los problemas de las epidemias en distintos lugares de mundo. Albert Camus fue Premio Nobel de Literatura en 1960 y Gabriel García Márquez en 1982. De ambas plumas privilegiadas salieron las obras que hoy vinculamos a la tragedia por la que atravesamos. Una obra, La Peste, dura e impiadosa en el decir como nos tiene acostumbrado Camus, la otra, El amor en los tiempos de cólera, con la magistralidad en el manejo del realismo mágico de García Márquez nos acerca a otros escenarios menos crueles y más románticos que el primero.
Todo este relato viene a cuento para tomar conciencia que los males que hoy nos aquejan no son nuevos y han conmovido a intelectuales de todas las épocas.
Siempre los desencuentros producto de la convivencia son temas reiterados, pero cuando la convivencia es obligada el tema se torna más complejo; y en los casos de marginalidad y soledad, enfrentan a hombres y mujeres a situaciones límite que muchas veces los hacen pensar que su tiempo ha terminado, que ya no da para empezar de nuevo.
En definitiva, los desencuentros de quedarse en casa van más allá de la presencia del coronavirus, la pandemia, grave, peligrosa, delicada, suele ser el detonante de relaciones familiares fracasadas que se mantienen en pie porque la calle aporta sus espacios para la libertad y el esparcimiento, para retomar antiguas relaciones y hacer menos tediosas algunas convivencias.
(*) Especial para ANALISIS.