Abusos en la Iglesia: una de cada dos monjas de América Latina sufrió abusos de poder

El 55 por ciento de las monjas en América Latina y el Caribe denunció haber sufrido abuso de poder. La mayoría señaló a otra mujer, a su superiora, como la agresora.

El 55 por ciento de las monjas en América Latina y el Caribe denunció haber sufrido abuso de poder. La mayoría señaló a otra mujer, a su superiora, como la agresora.

Una de cada dos monjas, sufrieron abusos de poder en América Latina. Dos de cada diez reconocen además que los ataques fueron sexuales. Y aunque el dato sorprende por lo elevado del porcentaje, más aún es el hecho de que se trata de cifras oficiales.

Fueron 1.417 hermanas de 23 países de América Latina y el Caribe las que aceptaron responder las preguntas de una encuesta que buscó mostrar lo que ocurre puertas adentro de conventos y monasterios. En una organización donde las mujeres no tienen más cabida que la de asistencia de los varones, quienes participaron lo hicieron de forma anónima.

Desdibujado tras los escándalos de pederastia, el maltrato contra las monjas es un tabú dentro de la Iglesia que sigue presente: el 55,2 por ciento de las religiosas de la región sufrieron abusos de poder dentro de la vida religiosa, desde la congregación a cualquier ambiente que esté vinculado con la Iglesia. La encuesta fue realizada por la Comisión de Atención y Protección a la Niñez, Adolescencia y Adultos Vulnerables de la Confederación Latinoamericana de Religiosos y Religiosas (CLAR), consignó el portal elDiarioAR.

¿Quiénes son los que comenten el abuso? En primer lugar, otras mujeres. El 51,9 por ciento de las encuestadas señaló a su superiora como la agresora. Las siguen los sacerdotes mencionados en 34,2 por ciento de los casos, y luego los formadores con 23,1por ciento. En último lugar aparecen los obispos con obispos en el 10 por ciento de los casos.

Las monjas que participaron de Argentina son 129. Es el tercer país con mayor adhesión a la encuesta detrás de México con 429, y Brasil 170.


Casi el 20 por ciento fueron víctimas de abuso sexual, reveló la encuesta realizada por la Conferencia Latinoamericana de Religiosos y Religiosas (CLAR).

Los resultados forman parte del libro “Vulnerabilidad, abusos y tratos en la vida religiosa de las mujeres”, presentado el pasado 4 de octubre en Bogotá (Colombia). Allí, la hermana Liliana Franco, presidenta de la CLAR, reconoció que este libro implica aceptar que existen “modalidades relacionales alejadas de la voluntad de Dios que generan abuso de poder, abuso de conciencia y abuso sexual”.

Lo interesante del libro es que no teme meterse con un tema tabú, el del acoso sexual: el 19,8 por ciento dijo haber sido víctima. Los agresores son en su mayoría sacerdotes. El 14,3 por ciento de las monjas dijo que el cura fue el acosador. En tanto el 9,7 por ciento indicó a un laico y el 8 por ciento a otros religiosos. También indaga sobre el acoso espiritual y aunque el 61 por ciento aseguró que no existe tal cosa, el 30 por ciento dijo no sólo que existe, sino que además los sufrió. Quizás empujado por las nuevas denuncias que aparecen en todo el mundo y los tiempos del #Me Too, el Papa Francisco también admitió que los abusos a las monjas “no es algo que todos hagan, pero hay sacerdotes y obispos que lo hicieron, y aún lo hacen”. Fue a comienzos de 2020, cuando regresaba de un viaje por Emiratos Árabes Unidos. “¿Tenemos que hacer aún más? Sí. ¿Tenemos la voluntad? Sí. Pero es un camino que viene recorriéndose desde hace tiempo”, agregó.

 

Las Carmelitas que denunciaron al obispo de Salta

 

En Argentina, tres monjas de clausura, del Monasterio San Bernardo de las Carmelitas Descalzas de Salta, denunciaron al obispo Mario Antonio Cargnello por violencia física, psicológica y económica. La denuncia -que también incluye al religioso Lucio Ajalla y Martín De Elizalde, obispo emérito- fue presentada a fines de abril. La causa fue tomada como propia por organizaciones feministas que salieron en defensa de las monjas y les compartiera uno de sus lemas: “Hermana, sí te creo”.

“En otro momento era impensable hacer tal vez estas denuncias, pero el hostigamiento sufrido hace que esas personas vean afectada su vida diaria”, había dicho entonces al portal elDiarioAR la abogada de las monjas, Claudia Zerda Lamas.

Torturas en un convento

 

El 5 de julio de 2019, el Tribunal de Juicio y Apelaciones de Gualeguay, condenó por unanimidad, a tres años de prisión efectiva a la religiosa Luisa Esther Toledo por el delito de privación ilegítima de la libertad doblemente calificada por el uso de violencia y amenazas y por su duración superior a un mes en dos casos.

El caso de conoció gracias a una investigación periodística realizada por ANÁLISIS.

Durante diez años, la monja había estado a cargo del Monasterio de la Preciosísima Sangre y Nuestra Señora del Carmen, de Nogoyá.

A partir de esa publicación, la justicia inició una investigación que derivó en el allanamiento y la imputación de la madre superiora, Luisa Toledo.

Y así, las ex carmelitas pudieron relatar en la justicia las torturas a las que eran sometidas, desde hacer la señal de la cruz con la lengua sobre el piso hasta recibir latigazos, pasar días encerradas en sus celdas o tener que usar cilicios. “Pero el peor castigo era la tortura psicológica”, afirmó Silvia Albarenque, una de las religiosas denunciantes.

 

Seis monjas denunciadas por abuso en Argentina

 

En Argentina son seis las religiosas involucradas en casos de abuso sexual. Representan el 4,6 por ciento de los 128 denunciados.

“Una mujer pederasta en un lugar de poder causa el mismo estrago que un varón”, dijo al portal elDiarioAR la psicoanalista especializada en abuso sexual infantil Sonia Almada.

De esas seis monjas denunciadas, ninguna recibió hasta el momento una condena judicial y sólo cuatro están atravesando procesos judiciales. Son Kumiko Kosaca (46) y Asunción Martínez (53), por los abusos cometidos en el Instituto Próvolo de Mendoza, y María Tellez Fajardo y Silvia Challú por las denuncias de ataques sexuales en el hogar de las Hermanas Trinitarias de Boulogne, en el norte del conurbano bonaerense.

En esta breve lista están también Viviana Fleitas -denunciada por Sandra Migliore, una ex monja, en el libro Raza de Víboras-, y María Alicia Pacheco, cuya causa cayó porque la denunciante no quiso seguir adelante con el proceso.

 

Los abusos en los seminarios de varones

 

Los abusos dentro de los seminarios de sacerdotes es otro de los capítulos de abuso sexual en la Iglesia católica. De 128 denunciados, 13 fueron por ataques cometidos contra seminaristas. Representan el 10,6 por ciento de los sacerdotes y religiosos denunciados y sólo cuatro recibieron una condena judicial en tanto otros tres fueron expulsados del sacerdocio.

En esa lista aparece Gustavo Oscar Zanchetta, obispo emérito de Orán, Salta entre 2013 y 2017, condenado el pasado 4 de marzo por el “delito de abuso sexual simple continuado agravado por ser cometido por un ministro de culto religioso reconocido en perjuicio de dos ex seminaristas”. Recibió una condena de 4 años y seis meses porque los denunciantes, dos ex seminaristas, eran mayores de edad.

Zanchetta fue acusado ante la justicia en febrero de 2019. Pero el obispo ya no estaba en Salta. Residía en el Vaticano, en el hotel Santa Marta, el mismo donde se aloja el Papa Francisco. Había sido designado por el propio Francisco como asesor del Apsa, la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica.

No fue aquella la primera acusación. En 2016, cinco sacerdotes hicieron una denuncia canónica acusando al obispo de autoritarismo, manejos pocos claros de las cuentas de la diócesis y también abusos sexuales Seminario Juan XXIII de la ciudad de Orán. Zanchetta fue transferido al Vaticano. A pesar de la condena, sigue siendo sacerdote.

Lo mismo ocurre con Justo José Ilarraz. En un fallo unánime, el 22 de mayo de 2018, fue condenado a 25 años de prisión por los abusos denunciados por siete adolescentes en el Seminario Arquidiocesano Nuestra Señora del Cenáculo, entre 1984 y 1993, en Paraná. Este caso se conoció también gracias a una publicación de ANÁLISIS.

Se trata de una de las condenas más altas que recibió un sacerdote argentino, luego de las impuestas a 45 y 42 años a Horacio Corbacho y Nicola Corradi por los abusos en el Próvolo de Mendoza. Las víctimas de Ilarraz tenían entre 10 y 14 años. Su abusador sigue siendo sacerdote.

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