Por José Carlos Elinson (*)
En el barrio dirían que fue el susto y la disparada. Ya hemos hablado de esto, ya nos hemos preguntado qué pasaría ante un brote o rebrote según dónde pudiera darse, del COVID-19 entre nosotros.
Hay temas que merecen ser tenidos en cuenta: la ansiedad y la angustia y sus circunstancias según entendía esto último el filósofo español José Ortega y Gasset. Ambos conceptos tuvieron –y tienen- un protagonismo distintivo entre quienes los sustentan parándose en la vereda de enfrente a la que ocupa el gobierno cuando habilita espacios y tiempos para empezar a dejar atrás la para muchos, molesta y hasta nociva cuarentena.
Hemos señalado en más de una oportunidad que si bien “quedate en casa” no es la más feliz de las recomendaciones en conceptos físicos, sí lo es en lo que hace al cuidado y protección de los que disponen de los espacios necesarios para cumplir con el cometido.
Después está la calle, los contactos estrechos, los vínculos circunstanciales que hacen encender luces de alerta en los ámbitos de la por estos días denunciada desde sus protagonistas como denostada sanidad.
Nos preguntábamos días atrás qué pasaría si las luces de alerta se encendieran cada vez con mayor frecuencia y el coronavirus continuara sorteando barreras cuando la desorientación en términos científicos continúa siendo el lugar del encuentro.
Si nos atenemos a la filosofía oriental y coincidimos con Lao-Tse en que para designar un largo camino hay que comenzar por dar el primer paso, acordaremos tal vez en que en Chajarí el paso ya está dado.
Las autoridades de la ciudad, haciéndose eco de la situación han expresado que "Todo puede ser modificado. Algunas autorizaciones pueden llegar a retrotraerse", así lo adelantó el intendente de la ciudad, Pedro Galimberti, y agregó: "Si por los vínculos estrechos, en algunos días tenemos varios casos, esto nos obligará a retroceder. Hay que ir monitoreándolo día a día. Si la situación se complica nos obligará a rever las habilitaciones que se fueron consiguiendo".
Cuando advertíamos la posibilidad del peligro y poníamos a la prudencia como condición necesaria para evitar males mayores, intentábamos expresarnos desde la sensatez y el equilibrio.
Tal vez no sea tarde para nada y todo sea manejable, pero en medio de un fenómeno que está afectando al mundo desde una crisis que se cobra vidas, hubiésemos puesto la precaución por encima de la ansiedad.
Tratemos de imaginar las reacciones de los contrarios a la cuarentena si como dice el intendente de Chajarí, hubiera que volver con todo lo avanzado en términos de libertades concedidas a fojas cero.
A riesgo de ser reiterativos, digamos que no es lo mejor que podría pasarnos, pero cuidado, tampoco lo peor. El “let it be” (déjalo ser) de los ingleses nos hubiese sumergido en profundidades de difícil recuperación.
Si tan solo tuviéramos la capacidad necesaria para manejar la paciencia, arte del espíritu, tal vez la vida cobraría dimensiones que se pondrían de nuestro lado a la hora de decidir.
(*) Especial para ANALISIS