Por J.C.E. (*)
Un Presidente, se supone conocedor de su país y de su gente, no puede asombrarse por la miserabilidad y actitud canallesca de sectores de compatriotas enrolados o no en la actividad política partidaria que no es la que él ahora encarna.
Por otro lado, habría que ver remitiéndonos a la historia política del señor Presidente cuál es desde su lugar, el concepto de miserabilidad y cuál el de canallesco. Cuando uno cambia de lado del mostrador suelen modificarse desde la subjetividad determinados conceptos que han acompañado al dicente durante años.
A pesar de haber sido crítico de su desempeño en un tiempo pretérito, después de escucharlo en sus primeras apariciones creí que ponerle una ficha a su gestión por venir no afectaría viejas convicciones que he ido trenzando a lo largo de años, pero empezar a las pedradas contra la bandita de la vereda de enfrente, nos devuelve a la realidad que llevó a la mayoría del electorado a suicidarse con la boleta de (Mauricio) Macri.
Cuando hablo de ponerle una ficha a su gestión por venir, pretendo estar diciendo que creí coincidir en la recuperación de un país que como dice (Martín Fierro) “y que iba a hallar al volver / tan sólo hallé la tapera”.
Si bien parece un poco apresurado abrir juicios de valor sobre la gestión en marcha, algunos lectores de política creemos advertir un reacomodamiento de (Alberto) Fernández, crítico a ultranza años atrás de la que es hoy por decisión de ella, su vicepresidente.
Es manifiesto el grado de desorientación e impotencia frente al COVID-19, es comprensible el malestar económico financiero del país, los compromisos a honrar con los bonistas extranjeros (o no), en fin, es como transitar por una vereda alfombrada de cáscaras de banana y pretender no resbalar en el intento.
Pero esta es sólo una parte de la historia que se va escribiendo al paso de los días. La otra parte es la que (Justo José de) Urquiza, (Juan Bautista) Alberdi, y hasta el mismo (Juan Manuel de) Rosas, hubieran llamado tal vez la desorganización nacional.
El entuerto es grande, aunque se pretenda disimularlo es grande en serio, no desmesurado pero grande.
Las cabezas hoy decepcionantes del PRO y la CC se están preguntando como en el tango “¿qué taxi hay que tomar?”.
Los que antes fueron buenos y confiables ya no lo son y los que no lo fueron siguen sin serlo pero potenciados por lo que consideran deudas actualizadas que no les fueron canceladas más sus punitorios correspondientes.
Entonces no debería asustarse el señor Presidente. Este es el pueblo que la senadora nacional Cristina Fernández le cedió y que él recibió alborozado como si por una extraña alquimia recuperarían ambos, cada uno en su momento histórico, el país que en distintas almohadas soñaron (Juan) Perón y (Raúl Ricardo) Alfonsín.
Uno murió en su tercer intento, el otro, según sus propias palabras debió “resignar” el cargo. De ahí para acá “todo está como era entonces”.
Pero si me disculpa Don Olegario. Víctor Adrade, está peor, mucho peor Don Olegario.
(Juan) Perón lo decía tomándose de vaya a saber qué texto de la frondosa literatura española, que: “Quien no avanza retrocede”.
Y en eso estamos.
(*) Especial para ANALISIS.