Álvaro Gabás
El secretario General de la Gobernación, Mauricio Colello, ha realizado una serie de declaraciones, un poco temerarias, al dividir la deuda pública entre “mala” —heredada— y “buena” —gestionada por la administración Frigerio. La clasificación, resultaría eficaz como recurso comunicacional, pero carece de todo sustento técnico. En materia de finanzas públicas no existen deudas buenas o malas: existen deudas sostenibles o insostenibles.
El mismo funcionario reconoce que Entre Ríos “no tiene capacidad financiera para afrontar los vencimientos con recursos propios” y que se debe reperfilar la deuda. Ese reconocimiento es, en sí mismo, la evidencia de que la provincia no está ordenada fiscalmente, a contramano del relato oficial. Un Estado que necesita postergar pagos no exhibe solidez: exhibe estrés financiero. Pero con un agravante, desde que llegaron al gobierno, su política fiscal se asienta en el ajuste real de salarios y obra pública.
Colello asegura que el gobierno recibió una “deuda ociosa” de 517 millones de dólares, tomada supuestamente para obras “que no se encuentran”. Hay que refrescarle la memoria, ya que las dos únicas obras públicas inauguradas por la gestión de Frigerio – Aeropuerto de Concordia y Miradortec -, fueron obras heredaras del Gobierno anterior. Por lo pronto, hay que tener un poco de decoro y respeto hacia los entrerrianos.
La llamada “deuda buena” -350 millones de dólares que la gestión Frigerio busca obtener de mercado internacional-, en este contexto, expone a la provincia a riesgos cambiarios severos, compromete presupuestos futuros y aumenta la fragilidad externa. Más aún, cuando, no se conocen en detalle los proyectos estratégicos que justificarían semejante endeudamiento. No hay cartera de obras publicada, ni estudios de impacto socioeconómico, ni evaluaciones de costo-beneficio, requisitos básicos de toda política de financiamiento responsable. A priori, resultaría ser, un oxígeno para que lo resta del mandato.
También, llama la atención, la afirmación de que Entre Ríos pasó “del penúltimo puesto fiscal a mitad de tabla”. La supuesta mejora fiscal no se condice con los datos económicos provinciales: caída estrepitosa del salario real, ajuste en todas las áreas de gobierno, pérdida de calidad de vida y obra pública casi paralizada. Y, asimismo, tuvo la valentía, de sostener que, la provincia “reactivó el 100% de la obra pública”, no solo que resulta inverosímil, sino ofende la inteligencia de los entrerrianos.
Colello apela, además, a una comparación simplista al señalar que “para tener un presupuesto serio, tiene que entrar lo mismo que sale, como en cualquier familia”. Pero el presupuesto provincial no es una libreta doméstica: es una herramienta macroeconómica que debe considerar ciclos, amortiguadores fiscales, inversiones estratégicas, prestación de servicios esenciales, políticas de compensatorias y distributivas, regímenes tributarios, necesidades sanitarias y educacionales. Reducir la política fiscal a una economía hogareña es una simplificación discursiva ajena de cualquier raciocinio, pero, sobre todo, es no entender en materia de política económica.
El desafío fiscal de la provincia exige realismo, no slogans. Tienen que reconocer que la sostenibilidad financiera no se construye con declaraciones radiales, sino con políticas públicas coherentes, responsables y verificables.
(*): magíster y contador. Responsable del Centro Estudio de Desarrollo Macroeconómico (CEDMA). Exfuncionario de Gustavo Bordet.


