La soberbia de la victoria

Touchel

En el triunfo hay que ser humilde, medido y respetuoso.

* Por Diego H. Fernández

(Especial para ANÁLISIS)

Son las 2 AM del jueves y termino de ver en youtube una nota del Ruso Verea de más de una hora, una nota de hace pocas semanas en el living de Re Despiertos un programa que sale de madrugada, muy de madrugada los fines de semana por TN. Por esas cosas que tienen los algoritmos de la red, esos que no hacen más que afirmarnos nuestras sospechas de que alguien nos está espiando, me topé con el ruso después de que hace unos días los dos coincidimos en un programa radial de Mar del Plata para hablar de algo que nos interpela, el fútbol y los arqueros. Por eso, de casualidad no hay nada en el mundo de los algoritmos.

Siempre fui noctámbulo para trabajar, tanto para preparar la edición del rival ante de una competencia o de escribir (mi libro, “El intelecto y 10 más” lo construí durante un poco más de un año totalmente de madrugada). Pero lo que me lleva a abrir Word y ponerme a escribir no es el insomnio sino todo lo que fui asociando mientras escuchaba la nota del señor Verea. “Todo lo que rodea al fútbol me ha ido alejando del fútbol, es muy complicado el fútbol ya no es más del tipo común el fútbol es del poder y de lo peor del poder porque es parte de un negocio atroz ¿Esta mal que el negocio se haya comido a la deportividad? Sí, sin duda…no vendan timba muchachos (en alusión a las propagandas de los mismos periodistas para con las casas de apuestas virtuales) ¿Esta mal que el espectáculo se venda como se vende? Sí absolutamente, el espectáculo es el juego lo demás lo enmarca, lo decora, hasta lo agranda, pero el espectáculo es el juego.

“Cuando digo esto lo digo porque acá se hizo creer que el espectáculo era la gente por eso es importante recuperar la esencia, la gente es la respuesta al espectáculo”. Un fútbol que ha escapado de lo importante “el juego” para darle paso al negocio, un equivocado sentir de victoria como lo único que existe pero por sobre todas las cosas un no reconocimiento de que alguien puede superarte y ganarte, algo que los que sabemos de batallas deportivas lo tenemos muy claro y aceptado. Hace unos años ya cuando todavía era futbolista profesional y las cosas no venían bien Hernán Loco Montenegro me mandaba este escrito ante un posteo mío en las redes: “Los que hemos ganado y perdido cada semana durante años sabemos lo que significa, en eso somos una raza aparte,....Somos el deseo, la pasión, el éxito y el fracaso para los demás. Buscamos desde el nacimiento la luz de trascender....Y la transitamos en la oscuridad de la soledad...la soledad de la presión, de tener que TRIUNFAR...como si viviéramos en una sociedad exitosa, qué loco no?

Hemos sido Espartaco en la arena romana. Pero más allá de esto en mi lugar te puedo asegurar que le doy gracias al Señor por darme el don y más q nada la fuerza para hoy a mi edad seguir sintiendo esa adrenalina de la que hablas tan necesaria para seguir viviendo...el cuerpo te puede poner barreras ....créeme.....la unica barrera es la mente !!! Mis respetos Diego....”.

Y la verdad que todo esto que fui escuchando me disparo entre otras cosas la responsabilidad de los actores principales y de cómo actuamos en la adversidad, pero sobre todo en la ganancia en esto de colaborar con recuperar la esencia del juego y desdramatizar la derrota pero sobre todas las cosas tener altura en las victorias, porque también todo esto nos atraviesa. Pero más allá de esta experiencia, este exitismo y ganadorismo que nos gobierna muchas veces hace que los protagonistas caigan en la trampa de la victoria y de la derrota. Cuando perdemos nos victimizamos o caemos en el lugar común de enojo buscando culpables y responsables para justificar muchas veces lo que cuesta reconocer, que hemos perdido bien. Por eso los micrófonos calientes esos que apenas terminado el partido se acercan a los protagonistas buscando precisamente su cometido, una declaración en “caliente” logran su cometido.

Pero ¿qué pasa cuando la cosa es al revés?, cuando las mieles del éxito tocan a tu puerta y desde un pedestal de barro te crees el dueño de la verdad, auto convenciéndote de que son los otros quienes te ponen en ese lugar. Ya Marcelo Bielsa lo exponía claramente hace un tiempo: “El éxito es deformante, relaja, engaña, nos vuelve peor, nos ayuda a enamorarnos excesivamente de nosotros mismos; el fracaso es todo lo contrario, es formativo, nos vuelve sólidos, nos acerca a las convicciones, nos vuelve coherentes”.

A esto puedo agregar que la adversidad descubre al alma luces que la bonanza nunca haría que está emparentado con el razonamiento de Jaspers: “Hay en las situaciones límites un impulso fundamental que mueve a encontrar en el fracaso, el camino que lleva al ser y la forma en la que experimentará su fracaso es lo que determina en que acabara el hombre”.

Por eso en la victoria hay que ser humilde, medido y respetuoso. Porque al revés del dicho popular que dice a la gente se la conoce en la derrota, muchas veces también se la conoce verdaderamente en la victoria. Esa frase que un futbolista popularizó y que alimenta este ganadorismo actual que pone de manifiesto que si has ganado algo entonces eres importante y si no, bueno tú no has ganado nada entonces no puedes hablar. De donde ha salido y sigue replicándose esto de que el que gana es un exitoso y el que pierde es un fracasado.

Claro que uno lo sabe y lo tiene claro, pero así y todo no actuamos en consecuencia y los protagonistas principales también tenemos culpa. Pero vaya paradoja, yo soy un convencido de que los protagonistas de la historia más importantes no son los que triunfan, sino aquellos que resisten estoicamente ante la adversidad dando batalla, vendiendo cara su derrota, para que esa historia tenga sentido y pueda ser contada. Por eso cuando después de una victoria veo a un entrenador o jugador declarar en modo ganador, altanero, confrontando y exponiendo a sus interlocutores siento más escozor que cuando las excusas por la bronca y el dolor de la derrota se hace presente.

El espectáculo es el juego y vaya si tiene razón el Ruso Verea, y el resultado que el juego nos da es una consecuencia del espectáculo que se dio, pero nunca tiene que ser como el que daban en la arena los gladiadores romanos donde la derrota les costaba la vida. Siempre lo tengo presente al maestro Jorge Luis Borges que seguramente no estaría muy feliz en cuanto a que yo lo cite mientras escribo sobre fútbol, juego que él no entendía parafraseando a Kippling diciendo que el éxito y el fracaso son dos grandes impostores por eso hay que tratarlos con la misma indiferencia.

Pero para finalizar me quiero remontar a mi infancia, más precisamente a la casa de mis abuelos donde en un cuadrito de madera que colgaba de la pared estaba tallada una frase que me sigue acompañando día a día que decía: “No desprecies a nadie al subir, lo más probable que lo encuentres al bajar”.

* Ex arquero profesional. Actual director técnico.

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