Ese señor no puede mandar

Se viene. Es inevitable. Se acerca con la inexorabilidad del choque entre dos trenes que corren, desbocados, en dirección contraria. Es cuestión de tiempo. Se aproxima el instante del arrebato. Y será –también es inevitable– desagradable. Es curioso, pues la alegría es uno de los posibles desencadenantes del tsunami. Pero será desagradable como